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Inidia. “Namasté”. por Montserrat Solá

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mahatma gandhi

8 de agosto

Somnolencia, aburrimiento e impaciencia es todo lo que sentía después de diez horas de espera, de larguísima espera, en el aeropuerto de Delhi. ¡Qué gran detalle que nos invitaran a un desayuno! Alrededor de las 10:30 por fin, hemos conseguido embarcar en el avión de Royal Air Nepal, dirección a Katmandú. “Please sir, is there any left side place available?” Era mi obsesión, tal y como nos habían recomendado, situarnos en el lado izquierdo del avión para poder contemplar la maravillosa vista del Himalaya.

Hora y media más tarde ya estábamos sobrevolando Nepal. La vista desde las alturas ha sido increíble, pero en plena época de monzones la ingenuidad nos ha llevado a falsas esperanzas, hemos podido contemplar una de las más bonitas estampas de un valle verde y abrupto cubierto completamente de un mar de nubes. La belleza de este panorama ha compensado nuestra frustración de no poder ver las montañas más altas del mundo.

Al mediodía, ya en Katmandú, mientras intentaba ubicarme en un mundo y en una cultura totalmente diferente a la occidental, un grupo de chicos nos acompañó hacia el vehículo cargando con nuestras maletas. La esperada propina era el objetivo para todos ellos. De estos jóvenes, solo uno formará parte del grupo, Ram, nuestro guía.

De camino hacia el hotel, hemos realizado una breve ruta turística por la ciudad. La primera sensación que produce Katmandú es de aturdimiento y de impacto, provocado principalmente por un tráfico extremadamente congestionado, el sonido constante de las bocinas y la multitud de gente que deambula por sus calles. Mañana espero estar adaptada a todo este ambiente tan fascinante como sorprendente.

A media tarde, después de la siesta y una merecida ducha, hemos paseado por la ciudad hasta encontrar un restaurante muy acogedor en Thamel, típico barrio turístico lleno de comercios y gente. La cena, basada en los productos propios de la zona: arroz, pollo y verduras, ha resultado exquisita confirmando nuestra información: en Nepal se come muy bien. ¿Vamos a engordar?

El día de hoy nos ha impregnado de una fragancia espiritual. Primero visitando Pashupatinath, centro de peregrinaje hinduista. La constante presencia de yoghis y sadhus con sus largas cabelleras y sus cuerpos cubiertos de ceniza y pinturas, ha acaparado toda nuestra atención. Avanzando hasta el final de unas escaleras que conducían a un mirador, enfrente de las pilas crematorias en las orillas del río Bagmati, nos hemos podido hacer una vaga idea de las dimensiones del lugar, con todos sus templos y peregrinos que acudían para realizar sus plegarias. Nuestra estancia en Pashupatinath ha coincidido con la incineración de algún difunto, momento que alguno de nosotros deseábamos presenciar produciéndonos una sensación de respeto a la vez que de consternación. Diferencias culturales, supongo. El ritual ha perdido su misticismo al estar completamente rodeados de personas que intentaban vendernos toda clase de artículos.

Al llegar el mediodía, nos hemos trasladado al otro extremo del valle de Katmandú, Bothnath, una impresionante estupa budista de sorprendente belleza que emerge en medio del bullicio de callejones estrechos. El impresionante monumento, contiene de todos los componentes necesarios: la cúpula sobre la base, la aguja, la sombrilla y el pináculo, haciendo referencia a los elementos agua, fuego, aire y cielo. Los penetrantes ojos de buda aparecen en la dirección de los cuatro puntos cardinales, vigilando a sus devotos. Los monjes, con sus túnicas color azafrán, al igual que el resto de los ciudadanos de religión budista, rodean la inmensa construcción en el sentido de las agujas del reloj al mismo tiempo que hacen girar las ruedas de oraciones. Nuestra estancia en Bothnath ha coincidido con una persistente descarga monzónica. A pesar de la lluvia, el ambiente era tan agradable que decidimos rodear la estupa cual ciudadanos budistas. El ondear de las banderas sobre nuestras cabezas, parecía indicar que las oraciones eran enviadas al cielo.

El almuerzo, en un restaurante de los alrededores y tal como su nombre indica (“Stupa view”) es un perfecto mirador de la antigua edificación, coincidiendo todo el grupo en la cantidad de energía favorable que estamos recibiendo de este lugar… ¿Será una ilusión?

Prosiguiendo la ruta, llegamos a Swayambunath. Otra estupa budista situada en la cima de una colina, lugar ideal para contemplar la ciudad de Katmandú. La ubicación es perfecta y para acceder a este lugar de culto la mejor opción es una larguísima escalera que conduce hasta la cima.

La presencia de un templo hinduista dedicado a la diosa de la viruela en el mismo recinto, es un claro ejemplo de la estrecha relación de las dos principales religiones que existen en Nepal.

La gran colonia de monos que habita en el lugar, nos seducían para conseguir alguna golosina. Ya nos habían advertido de la traidora simpatía de estos animales. Hemos preferido no fiarnos y mantener las distancias. El lugar es encantador pero lo más fascinante es poder entrar en uno de los monasterios que rodean la estupa y contemplar a la comunidad de monjes orando, con sus voces graves acompañadas por tambores, trompas y otros instrumentos. La escena es de tal magnetismo que no podía marcharme del lugar, completamente paralizada igual que si estuviera bajo los efectos de la hipnosis. ¡Qué espectáculo! ¡Qué paz! ¡Qué placer! ¡Qué maravilla!…

10 de agosto

Después del desayuno nos hemos puesto en marcha hacia Gorkha con la intención de parar durante el camino para hacer “rafting” en uno de los ríos”.

Empezamos a acostumbrarnos a la conducción de esta gente. ¡Qué valor! Adelantando en plena curva con la única pero suficiente precaución de tocar el claxon. Este sistema les funciona muy bien pero no quisiera tener la oportunidad de conducir en este país, creo que no sobreviviría.

Repentinamente, nos hemos encontrado con una caravana de camiones y autobuses, todos detenidos en la carretera debido a un desprendimiento, incidente muy habitual en época de monzones. Situados delante de un paisaje majestuoso de verdes montañas escalonadas en terrazas de cultivo de arroz, el río caudaloso gracias a las lluvias… dejamos transcurrir el tiempo. Después de una hora aproximadamente, una vez verificado que la mayoría de la gente llevaba más de veinticuatro horas en la carretera nos hemos puesto en marcha para hacer una visita a la roca que nos bloquea. Unos cinco kilómetros más allá hemos hallado el enorme bloque de piedra que obstaculizaba completamente la calzada. No sabría decir con certeza que es lo que más me ha sorprendido, si la gran roca o los hombres que estaban tranquilamente sentados encima de ésta, resignados al paso de las horas a la espera de alguna grúa.

Creo que es el día que más calor he pasado en la vida teniendo en cuenta el elevadísimo grado de humedad típico de esta época del año. Volviendo a caminar, caminar y caminar hemos regresado al automóvil.

A lo largo del día, parados en el mismo lugar y siendo los únicos extranjeros, la expectación que hemos creado es sorprendente. Me gusta poder hablar con la gente, pero quien más fácil nos lo ponen son los niños que, curiosos y deseosos de alguna golosina o algún lápiz, vienen a vernos y nos explican cosas. Estos niños son capaces de llegar a lo más profundo del alma, dulces y tímidos, con una mirada que dudo olvide jamás en la vida.

Al atardecer, tras plantear la posibilidad de pasar la noche en el camino, hemos decidido volver a Katmandú y dejar para mañana la aventura del “rafting” ya que con un poco de suerte habrán desbloqueado la carretera.

Después de una buena ducha hemos cenado en el restaurante del hotel. Espero que mañana tengamos más suerte, aunque pasarse un día entero en el mismo kilómetro de una carretera nepalesa tiene su gracia. No me arrepiento. Buenas noches.

11 de agosto

Esta mañana nos ha tocado madrugar, puesto que si el bloqueo en la carretera persistiera deberíamos tomar una ruta alternativa bastante más larga. Después del desayuno nos hemos puesto en marcha.

Tras un largo recorrido en dirección de Gorkha, llegamos al punto de salida para realizar el “rafting”, pasando por el mismo lugar en el que ayer estábamos atascados y que afortunadamente ya estaba despejado.

El descenso por el río, muy divertido, ha durado aproximadamente dos horas. El paisaje que rodea el río Trisulli está lleno de montañas, árboles, cascadas, etc., realmente espectacular. Lentamente el cielo se ha ido tapando por las nubes y ha empezado a refrescar y a llover. Después de quedar completamente mojados (por la lluvia y por los rápidos) nos hemos bañado en el río, olvidando nuestros prejuicios sobre las aguas fluviales de este país. No hemos visto ningún problema y merecía la pena, siempre con precaución claro, hay mucha corriente y poca transparencia debido al barro.

Finalizada la aventura, hemos continuado el camino en dirección a Gorkha, llegando a media tarde con cierto apetito. Al atardecer, hemos ido a pasear por el pueblo. Es pequeño y la pobreza se refleja en las casas construidas con barro. La ubicación es privilegiada, en un punto bastante elevado que ofrece unas vistas magníficas del valle rodeado de altas montañas. Es muy graciosa la bienvenida que nos dan los niños, saliendo, corriendo de sus casas y saludándonos a nuestro paso. Ram nos advierte de no separarnos del grupo ya que en esta zona existen pequeñas guerrillas, principalmente grupos maoístas, que podrían darnos algún problema. La verdad es que suena extraño y casi imposible ya que en Nepal se respira un ambiente agradable y nada hostil por parte de los habitantes que continuamente nos hacen muestra de su hospitalidad y buen carácter.

De regreso al hotel, después de cenar nos hemos quedado en el jardín disfrutando de la noche y del buen clima. Aprovechamos para irnos conociendo un poco más.

12 de agosto

Desayuno: ¡Otra vez huevos! Esto empieza a ser preocupante. La verdad es que apetecen muchísimo pero como no cambiemos la dieta los índices de colesterol los tendremos por las nubes. Menos mal que no es lo único que nos ofrecen y podemos combinarlo con tostaditas y cereales. Nos hemos encaminado hacia el Palacio Real de Gorkha que está junto a un templo hinduista de gran concurrencia de peregrinos. Para acceder al lugar debemos subir infinidad de escalones para ascender unos seiscientos metros. El camino es interminable pero merece la pena ya que la vista (para variar) es inmejorable: montañas y más montañas llenas de terrazas de cultivo, con una completa gama de colores verdes, desde el más oscuro hasta el verde casi eléctrico de los campos de arroz. El cielo completamente tapado por las nubes, nos ha impedido poder contemplar los macizos de los Annapurnas. ¡Lástima!.

Hoy hemos estado en contacto con la gente sobretodo, niños y ancianos, que viven en las casas que hay en el camino hacia el palacio, o bien con los peregrinos que acudían al templo a realizar sus ofrendas. “Namaste”, el saludo por excelencia de Nepal, ha sido nuestra consigna para relacionarnos con todos ellos.

19 de agosto

Llevamos varios días caminando, pasando por aldeas, bosques, llanuras y valles. Continuamente subiendo y bajando montañas, o mejor dicho colinas, ya que es así como los nepaleses llaman a todos los macizos que no estén cubiertos de nieve, incluyendo hasta los de más de 4000 metros. ¡Tiene gracia!

La organización es excelente, nuestro equipo está formado por un sirdar, un sherpa, un cocinero, un equipo de cinco o seis porteadores, Ram y nosotros cinco. Las comidas están cocinadas con exquisitez y sorprendente habilidad teniendo en cuenta la infraestructura.

Iniciamos el trekking por los alrededores de Pokhara, al oeste de Katmandú, en la zona cercana a los Annapurnas. Las primeras horas fueron de continua ascensión, por colinas cubiertas de escalones dándome la impresión que caminábamos hacia ningún lugar. Es chocante que los caminos estén formados por interminables escaleras, aplacando así los fuertes desniveles. Pasando por bosques frondosos llegamos al primer campamento, Kalikasthan (1350m) de asombrosa ubicación, concretamente en la cumbre despejada de una montaña con impresionantes vistas de los valles cubiertos por los arrozales. Al atardecer, tomando un té después de la cena, tuvimos un regalo de los dioses, algo que estábamos deseando que sucediera desde el primer día: por un breve momento pudimos contemplar el Annapurna II asomándose entre las espesas nubes. Duró poco tiempo pero fue espectacular. Es increíble cuando estás contemplando un paisaje lleno de montañas de más de 3000 metros, poder ver lo que infinidad de veces has imaginado, contemplar el techo del mundo, con sus nieves eternas por encima de las nubes, más allá de las colinas que nos rodean.

Los dos días siguientes, continuando el treking” por la misma zona, tuvimos la oportunidad de disfrutar plenamente de aquellos arrozales que tantos días contemplábamos desde lejos. Estaban más bonitos que nunca. Caminamos por senderos que serpenteaban en medio de los cultivos. Durante un instante la emoción se apoderó de mí ante tanta belleza, estaba caminando sola, sin nadie a mi paso y la impregnación de estos sentimientos hizo que sin darme cuenta mis ojos se empaparan de lágrimas. Era realmente emocionante la cantidad de encanto que abarcaba el paisaje, excepcional, fabuloso…

Contrariamente a todo esto tan maravilloso, debo hablar del ataque sufrido por las temidas sanguijuelas, que con tanta humedad y tanta vegetación resultaron totalmente inevitables. El segundo campamento, Lipeyani, era literalmente, un paraíso de estos bichos. La alfombra de hojas secas en el suelo, las camuflaba divinamente pudiendo incluso, colarse dentro de las ropas y las tiendas de campaña. La lucha fue intensa, pero… ¡vencimos!

Finalizamos esta primera parte del “treking” en el lago Pewa, en la ciudad de Pokhara.

A los dos días, partiendo de Bimphdhi (pueblo donde se está construyendo un orfanato con la colaboración de “amics del Nepal” y “club de viajes Taranna”), volvimos a ponernos en marcha ascendiendo por una colina hasta llegar a los 3000 metros de altura. Fue realmente duro debido al fuerte desnivel y sobretodo por la elevada humedad. Contrariamente a otros días, el sol estaba en su esplendor, produciéndome alguna quemadura a pesar de la protección. Tenía sensación de asfixia y esto acentuaba el cansancio. A pesar del esfuerzo, me sentía totalmente feliz, y mi alegría se reafirmó al llegar al punto de acampada: Markhu, lugar muy acogedor en las orillas de un gran lago. El campamento estaba muy ambientado, ya que nuestro equipo de cocina cantaba canciones populares durante la preparación de la cena. El folklore concluyó con un buenísimo pastel de chocolate, preparado “in situ”, para todos. ¡Qué detalle tan exquisito!

Al amanecer, nos despertaron las voces de los pescadores que cruzaban el lago con sus canoas de regreso a sus casas. Era un indicio de lo que se avecinaba para este día: el contacto directo con muchos pueblos y sus gentes. Durante el camino paramos en una casa donde nos ofrecieron un té. Como es ya habitual, todos los niños de la aldea y muchos mayores, se acercaban a nosotros para observarnos detalladamente. Al principio resultaba intimidante, pero una vez me acostumbré a estos acercamientos contemplativos, aproveché estas situaciones para entablar conversaciones y así poder conocer a la gente.

Al estar tantas horas rodeados de nepaleses, ya hemos decidido cual sería la banda sonora para este viaje: el desagradable sonido de una persona escupiendo, ¡¡¡aajjj!!! Es una costumbre que nosotros no compartimos. Deberemos tolerarlo y adaptarnos. Es lo que hay.

Finalizamos los días en la montaña con un descenso agotador y muy resbaladizo. Las piedras del suelo mojadas por la lluvia, contribuyeron a más de una caída, afortunadamente nada importante. De este modo llegábamos a Siwalik, encontrándonos en primer lugar una cantera donde la seguridad laboral brillaba por su ausencia. A lo alto de una colina, en el punto del desprendimiento, una mujer lanzaba a pulso las grandes rocas para luego ser recogidas por otros obreros, y más tarde, picadas manualmente con un pequeño martillo y así convertirlas en grava. ¡Qué impresión! La dureza de esta gente se reflejaba en sus rostros, muy diferentes a los de otros habitantes con otro tipo de vida.

A continuación nos trasladamos a Bhaktapur, encantadora ciudad medieval llena de templos y palacios. Le dedicamos dos días completos para poder saborear este ambiente mágico, visitar todos los monumentos y como no, poder comprar objetos artesanales típicos de la ciudad.

21 de agosto

A las 5 h a.m. nos hemos levantado, sin rechistar y con alegría. Nos disponíamos a sobrevolar la cima más alta del mundo, el monte Everest. El día en Katmandú amanecía lluvioso, pero no ha sido un problema para poder subir a las alturas.

Tras sobrepasar la espesa capa de nubes, el cielo ha aparecido completamente azul. Enganchados como lapas en las ventanillas, contemplábamos como iban apareciendo las cimas de lagunas montañas. En pleno frenesí fotográfico, la azafata nos indicaba el nombre de cada una de ellas, Cho-Oyu, Nuptse, Makalu, Lhotse y finalmente Sagarmatha (nombre de Everest en Nepal). Ha sido impresionante, no he podido evitar emocionarme al ver una de las montañas más míticas del planeta mientras recordaba la desgracia ocurrido en 1996 narrada por Jon Krakauer en su libro “mal de altura”, durante su ascensión al pico.

Ha sido una de las experiencias más impactantes de todo el viaje, ver delante de mí una leyenda, la leyenda más alta del mundo.



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