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Zambia. Más aire, más luz. Por Pilar Blasco

9 Dic 10    Cuadernos de viajes    Xavier Gil    Sin comentarios

leopardo

Llega un día, en que la cotidianidad, la rutina y las “obligaciones” impuestas se convierten en una losa tremendamente pesada en mi alma y siento la necesidad de partir…

El camino es la fuente, la riqueza, el deseo de estar “allí”, ver todo “aquello”, vivirlo…

Valle del Luangwa, norte de Zambia… a través de mi cuerpo, percibo como ese mundo lejano oculta su verdad… la tierra, arcillosa, dura y agrietada quiere mantenerse virgen disimulando bajo ese “manto” de indiferencia y simplicidad la esencia de la vida.

Respiro una y otra vez, despacio…, el aire limpio y bondadoso penetra hasta la última célula de mi cuerpo… siento potenciar mis anhelos y una oleada de ternura me invade… respiro, respiro… aire, aire que necesita mi alma.

Calor, olor… una nube permanente e invisible siempre me envuelve; es, ese aroma sutil a leño ardiendo permanentemente, muchas veces invisible pero que lo impregna todo y a todos. La madera utilizada, casi es “fósil”; negra dura y estriada. Olor inconfundible que me acompaña y me recuerda constantemente África.

Cuando no estoy aquí, añoro su luz, esa luz inconfundible, luminosa y especial… no existen amaneceres y ocasos comparables a los de esta tierra primigenia.

Siempre es un espectáculo único e irrepetible y no puedo dejar de contemplarlos cada día pues son de una belleza tal, que sobrecoge el alma y sientes gratitud por formar parte de todo ello…

La salida del sol es ese momento en que se aúna el cielo, la tierra y la gente. Unos instantes de profundo agradecimiento por un nuevo día de amor.

Cuando desaparece el sol en el horizonte, se duerme la alerta de los hombres y despierta la de los animales… ha llegado la hora de cazar o ser cazado… ciclo inevitable de la vida en la sabana.

Siento estar rodeada de luz aún en medio de la oscuridad…

No puedo apartar la mirada de la Cruz del Sur, símbolo, para mí, de mil planes, proyectos y sueños dibujados con el dedo sobre un mapa… la fuerza radica en el deseo por descorrer la cortina y esa constelación es la imagen que los transforma.

Ya en el siglo II de nuestra era, Ptolomeo, hablaba de la Cruz del Sur como parte integrante de la constelación Centauro… Magallanes y Elcano la avistaban en sus viajes… contemplo las cuatro estrellas principales de esta legendaria constelación… Alfa; denominada Acrux, la más luminosa de todas, se halla a 320 años luz de la Tierra, es 4.000 veces más luminosa que el Sol y sin embargo, parece que podría bajarla en el hueco de mis manos… todo esto recuerdo… también nombres mágicos de otras constelaciones: Orión, Perseo, Andrómeda, Casiopea, Dragón, Pegaso… sueños lejanos de otros mundos… siento la pequeñez y lo efímero de mi vida y mis deseos…

Quiero impedir que el tiempo borre la magia de estos instantes, cada uno de ellos es único e irrepetible, lo sé…, la memoria es lábil y etérea y si no se “concretan” esas experiencias… desaparecerán sin dejar rastro… todo fluye y en ese fluir las cosas se transforman, las imágenes se apagan y en su lugar aparecen otras…

Lo que sabes, lo que ves, lo que piensas… en realidad no importa, pero a veces siento la necesidad de echar un ancla  y aferrarme a ese momento de asombro que me ha hecho vibrar y sentir la plenitud de la vida.

África trasciende más allá de sus límites…



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