La curiosidad por saber que había al otro lado de las montañas que contemplaba desde el fondo de un valle de los Pirineos durante una excursión con mis padres cuando tenía 10 años, fue la chispa que me llevó a convertirme en alpinista y viajero. En la adolescencia, la literatura de montaña y exploración llenó mi imaginación de proyectos y construyó los fundamentos de los sueños que quería vivir de mayor: escalar todas las montañas y viajar por los 7 continentes….aún no lo he conseguido del todo pero sigo en la brecha.
De todos los libros que leí, uno de Kurt Diemberger me marcó especialmente, y de él unas frases que he guardado siempre conmigo que decían más o menos así: “ Hay que saber vivir y sentirse feliz, en cualquier cota entre los cero y los ocho mil metros “, y también otra: “…unos anillos de paja cuelgan de un hilo en mi habitación, son unos “ceros” que se mueven…un “cero” no es nada, pero un “cero” que da vueltas por fuerza debe ser alguna cosa…”. Así fue como me lancé a la vida, sabiendo que era poca cosa, descubriendo cada vez, que somos insignificantes ante la inmensidad de las montañas y el mundo, pero que si nos movemos empezamos a ser algo y aprendemos a ser felices con lo que la vida nos ofrece.
Considero la montaña y el viajar como la gran escuela de la vida, así lo he transmitido a mis amigos y a mi hija. Dentro de ti y por ahí fuera, hay un inmenso mundo por descubrir que te está esperando.
Mirando hacia atrás, veo que mis sueños se han ido cumpliendo y me siento muy agradecido a la vida, con lo positivo y lo negativo que me ofrece: todo te enseña y te catapulta hacia nuevos horizontes de consciencia.
He escalado montañas en los Pirineos, los Alpes, el Atlas, los Andes y el Himalaya, he subido a volcanes humeantes con la lava al rojo vivo a 2 metros bajo mis pies, he alcanzado el punto más alejado del centro de la tierra ( y por lo tanto el más cercano a la luna ), atravesado desiertos de arena, de rocas y de sal, he navegado y bañado en grandes ríos como el Amazonas, el Nilo o el Indus, me han picado mosquitos en varias selvas del trópico, me han balanceado las olas del ártico, del atlántico y del mediterráneo y he volado en varios trastos, desde hidroaviones y helicópteros hasta “tarabitas” destartaladas, colgadas de un cable, atravesando gargantas en la selva de Ecuador…He visto las sonrisas de los niños del mundo, y la mirada de sufrimiento y lucha de los adultos, la misma sonrisa y mirada común, seamos de la raza que seamos.
He captado todo lo que me rodeaba con mi cámara, mi otra gran pasión.
Ahora todo este bagaje acumulado lo transmito lo mejor que sé colaborando con Tarannà, en el Departamento Receptivo y de Incentivos, organizando rutas y actividades para grupos y empresas, para que conozcan y sientan nuestro país y el resto del mundo, conscientes y responsables, entre cero y ocho mil metros.
