LONGITUD 131 ° ROCK, literalmente, así es el nombre de un lugar remoto que algún amigo viajero nos descubrió. Deambulábamos entre páginas webs, entre agencias de viajes, entre guías turísticas. Pero solo nuestro amigo, que dedica su vida a los viajes que cambian la vida, fue capaz de hacernos pensar en nuestra luna de miel en un lugar tan distinto a lo que jamás habíamos pensado, un campamento de lujo en Australia, situado junto a Uluru (Ayers Rock), el lugar sagrado de los aborígenes.
Nos dijo que los que regentan este alojamiento nos sorprenderían con sensaciones para sibaritas, para los que no se conforman solo con la visión circundante. Así, dejándonos llevar por el glamour que nos envolvía, recorrimos los tesoros naturales en camello, recorrimos las desiertas llanuras rojizas en Harley-Davidson, sobrevolamos en helicóptero el inabarcable monumento natural.
Si los atardeceres pueden ser bellísimos en cualquier parte del planeta, la puesta de sol sobre Uluru, el enorme monolito de arenisca roja, en medio del desierto australiano, es sin duda alguna algo que jamás podremos olvidar.
Después de subir a una duna para ver ese atardecer que os cuento, nos esperaba una cena bajo un cielo iluminado por brillantes estrellas, sosteniendo una copa de esos excelentes vinos que los australianos han sabido elaborar y que hicieron de la experiencia un momento casi onírico.
Ya en la noche cerrada, aun sobrecogidos por la experiencia, regresábamos a nuestra lujosa tienda, con todas las comodidades imaginables, de este resort boutique ecológico que se preocupa por hacer que su entorno se mantenga puro, como desde hace miles de años.
Era nuestra luna de miel así que no os sintáis mal, debéis esforzaros en ser buenos, intentad que la envidia sea sana….
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