Mi chica y yo somos gente que cada mañana agradece al Universo que hiciera coincidir nuestros caminos. Mi chica y yo somos de los que creemos que todo este Universo está intercomunicado y que el fluir de nuestras energías condiciona nuestra existencia, que cuidando nuestros espíritus, a través de nuestros cuerpos físicos, conseguiremos expandir toda esta energía positiva que ahora sentimos, mucho más fuerte aun después de nuestra boda.
Para nuestra Luna de Miel buscábamos un lugar cercano a nuestra forma de sentir y no tuvimos dudas, Bali nos llamaba desde la lejanía con los suaves bamboleos de las delicadas manos de sus danzas, con el verde intenso de sus arrozales, con el aroma de sutiles y deliciosos platos, con la luz de su espiritualidad.
Bali es un destino para el alma, para los sentidos, para olvidarse durante unos días de tantas y tantas noticias que ensucian la existencia.
En el interior de la isla hay una zona llamada de Ubud, alejada de playas masivas pero guardiana de la autenticidad de la isla y su cultura. Un lugar donde aún se pueden encontrar lugares puros para perderse, donde poder retener nuestros pasos en sus warungs, los pequeños restaurantes locales en los que únicamente sirven, solícitos y delicados, sus platos indonesios.
Allí, en este lugar que agiganta nuestro corazón, está ubicado el COMO Shambhala Estate, no solo un hotel, no únicamente un lugar donde descansar de las visitas por la isla y de las tardes junto al mar, sino un centro de bienestar integral, un alojamiento excepcional de bellísimas villas. Lo construyeron en un lugar único, en un espiritual enclave rodeado de jungla, río y claros de sol.
Allí nos ofrecieron estimulantes actividades, fortalecedoras de la mente y el espíritu, terapias asiáticas que nos desconectaban físicamente de nuestro cansado cuerpo. Pero también supieron dar regocijo a nuestros sentidos materiales, con su saludable e inenarrable cocina y la práctica de actividades de naturaleza, en un entorno virgen.
Pero el COMO Shambhala es sobre todo un lugar de increíble belleza en el que reina el silencio, donde logramos encontramos esa misteriosa energía para experimentar cambios en nuestras vidas y que se conservaron más allá, mucho más allá de nuestra asiática Luna de Miel.
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