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Tren a todo tren. Viaje a la China genuina

24 May 17    Vivencias y anécdotas de viaje    Tarannà    Sin comentarios

Tren a todo tren. Viaje a China

Calificar a alguien como “ciudadano del mundo” puede significar que hablamos de una persona que no acepta fronteras ni divisiones estatales y se considera un cosmopolita auténtico, cuya patria es el mundo. También suele aplicarse a individuos que han viajado mucho, conocen una gran cantidad de lugares y se desenvuelven perfectamente en cualquier hábitat. Sin entrar en ideales políticos de ningún tipo e ignorando lo que él piensa al respecto, creo que la definición cuadra a la perfección con Gerardo.


Argentino de nacimiento, con lo cual casi sería menos arriesgado ampliar la definición a “ciudadano argentino del mundo”, y establecido hace unos años en Barcelona, colabora en Tarannà con su impagable experiencia de muchos años, labrados paso a paso como viajero independiente. Arquitecto por formación y también por ejercer la profesión durante años, nunca hubiera imaginado que acabaría trabajando como agente turístico, pero su vocación, su experiencia y su comunión con la filosofía de viajes de Tarannà, siempre más allá de lo que es el turismo convencional, le han llevado a este ejercicio profesional que desempeña con gran placer.
Hablar con Gerardo y escuchar los relatos de alguna de sus innumerables experiencias te acerca a lugares insospechados del mundo y a vivencias que, para la mayoría de ciudadanos del mundo denominado occidental, sugieren auténticas aventuras. Y es que él ha vivido muchísimas, cosa que no puede extrañar cuando se conoce que sus viajes podían durar un mes o dos años, dependiendo de dónde le llevaran los aires y las circunstancias.

CUANDO EL VIAJE ES UNA AVENTURA

Justamente corría el año 1992 cuando, después de algo más de un mes viajando por Pakistán y acompañado por Gianluca, un compañero italiano, entró en China, uno de los países más grandes del mundo. Su objetivo, el de siempre: ver, conocer, acumular experiencias, vivir la vida como la viven otras gentes y otras culturas. Él no suele viajar a grandes ciudades, solo le interesa el medio natural y rural.Tren a todo tren. Viaje a China
Se hallaban en la región de Xinjiang, la parte más occidental de China, territorio bastante desértico aunque salpicado por oasis en forma de poblaciones y núcleos urbanos rurales. Habían tomado un autobús en donde vivieron un episodio de auténtico terror a causa de una colosal tormenta en el desierto. El cielo se ennegreció absolutamente y un viento brutal parecía soplar desde todas las direcciones. Las ventanas del autobús volaron hechas añicos y todos los pasajeros se acurrucaron en medio de la oscuridad, el temporal y los gritos de pánico de varios de los allí atrapados. Era como vivir un fuerte terremoto, aunque por fortuna el autobús permaneció derecho, a diferencia de algunos camiones y otros vehículos que resultaron tumbados y barridos. Ciertamente fue un rato aterrador y largo –unos cuarenta minutos– pero Gerardo también lo vivió como algo fantástico, al poder presenciar aquella muestra de la fuerza y vitalidad de la Tierra.Tren a todo tren. Viaje a China
Recalaron en Turpan, una pequeña ciudad del oeste chino, donde querían coger un tren para proseguir el camino. En aquellas zonas y en aquellos años, la gente no estaba demasiado acostumbrada a visitas de foráneos. Se trataba de personas muy cerradas y de carácter más bien arisco y desconfiado. Tampoco hablaban una sola palabra en inglés ni en ninguna otra lengua que la propia. Era la primera vez que Gerardo pisaba tierra china y tampoco conocía nada de la lengua local.
El hombre y su compañero tampoco tenían claro su próxima etapa pero sí que era perentorio salir de allí. Fueron a la estación de tren pero no había forma de comunicarse con nadie ni mucho menos recibir información de lugares apropiados donde dirigirse. Mostraban un mapa y no les prestaban ni la más mínima atención. Aún recuerda la taquillera puliéndose las uñas sin dignarse a echar un vistazo al mapa que ellos exhibían.

TREN A ALGUNA PARTE

De hecho, el objetivo que se habían planteado los dos amigos al llegar a China era ir a Jiuquan, donde finaliza la Gran Muralla, pero obviamente aún quedaba muy lejos y nadie les entendía cuando pedían billetes hacia aquel destino. Finalmente decidieron marcar claramente en el mapa una ciudad más cercana: Hami. Mostrando dicha ubicación en su mapa, por fin lograron que les despacharan los tiques de viaje.
Cuando llegó el tren que debían tomar, alucinaron ante la parafernalia que se organizó para poder subir al ferrocarril. Un guardia, investido por lo visto de un poder muy elevado, hizo colocar a toda la gente en fila india –curioso siendo chinos– para pasar revista uno por uno a todos los que deseaban tomar el tren. Control militar total, muy al estilo de la época y el régimen del país. Ellos, inexpertos en aquellas lides, acabaron bien retrasados en la fila y, por consiguiente, subieron los últimos al tren.Tren a todo tren. Viaje a China
Una vez arriba, todos los vagones estaban llenos, o mejor dicho atestados, y obviamente sin un asiento libre. Mostraron sus boletos a una guardiana y como única respuesta obtuvieron un gesto de la mujer indicándoles que siguieran hacia delante, hacia otros vagones.
Pasando por varios vagones llenos, llegaron a uno muy distinto y sin ruidos. Abrieron la puerta y se encontraron dentro de un compartimento magníficamente habilitado. Literas, estancia pulcra e incluso música. Sospechando que tampoco era el lugar que les correspondía, pero cansados de tantas dificultades, decidieron instalarse allí. Ahí estaban y ya les dirían algo si alguien tenía algún inconveniente.
Por lo que pudiera ser, se encerraron. Si tenían que salir al servicio lo hacían corriendo e intentando controlar que nadie transitara en aquel momento por el vagón. Lo cierto fue que escucharon que llegaba la parada de Hami, pero siendo noche cerrada y con el frío glacial que haría entonces por aquellos pagos, decidieron quedarse en el tren y en su confortable cabina hasta más adelante. Tal vez podrían acercarse más a su destino. Se cubrieron con mantas y se dispusieron a dormir y descansar de los últimos ajetreos y vicisitudes.
Pero tarde o temprano algo tenía que ocurrir. Hacia las cuatro de la madrugada escucharon como la manilla del abridor se movía y acto seguido se abría la puerta. Una guarda les pidió los billetes y cuando los tuvo en la mano torció el gesto en un rictus de clara reprobación. Interpretando al mejor nivel posible el papel de la ignorancia de los turistas perdidos, le hicieron saber que iban a Hami. Las exclamaciones y los gestos de la guardiana les dejaron muy claro que aquella parada había pasado hacía por lo menos diez horas y que evidentemente el pasaje no les daba derecho ni a estar en el lujoso coche-cama, ni siquiera en el tren.Tren a todo tren. Viaje a China
Salió airada y los dos colegas quedaron un poco acongojados. Para quitar hierro al asunto, Gerardo comentó a su amigo que de ahí les llevaban a una cárcel aislada y de alta seguridad en medio del desierto; Gianluca le respondió que fuera preparándose para una larga condena a trabajos forzados. Mientras, y en previsión, iban guardando sus cosas en las mochilas de viaje.
No tardó mucho en reaparecer la guardiana, acompañada de otras dos y de un tipo de más de metro noventa, con uniforme y cara de pocos amigos. Les hablaron a gritos y conminaron –lo entendieron por los claros y violentos aspavientos– a abandonar el compartimento. Les llevaron por el pasillo justo hasta delante de una puerta de salida.
Los guardianes, sin separarse de ellos ni abandonar un segundo su custodia ni sus modales poco agradables, en cuanto llegaron a la siguiente estación, les invitaron a abandonar el tren. Literalmente dicha invitación se podría traducir por ser echados a patadas del ferrocarril. Les lanzaron las mochilas sin miramientos y les empujaron hacia fuera.

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A JIUQUAN

Aún era noche cerrada y la temperatura debía ser de varios grados bajo cero. Ahí estaban tirados, sin saber ni dónde estaban ni qué tenían que hacer, pues sus billetes no eran correctos para haber recalado allí, donde quiera que estuviesen. Por si algo faltaba, se apercibieron de que para entrar en la estación también les pedirían los pasajes. Otra vez a pensar en condenas a trabajos forzados.Tren a todo tren. Viaje a China
Aguardaron en un rincón que se alejara el tren que les había traído y se prepararon para efectuar nuevamente la mejor interpretación posible de “no sabemos dónde estamos y nos hemos equivocado de lugar”, etc. El caso era que tenían que entrar a cubierto porque el frío descoyuntaba y ambos estaban tiritando.
Ya que no sabían adonde habían ido a parar, por lo menos rogaban por encontrar gente más amable y comprensiva. Finalmente se dirigieron al guarda de la entrada y después de un tira y afloja por fin lo convencieron, o se rindió, y pudieron entrar a calentarse, cuando menos, parapetados en el interior de la estación.
Para rehacerse consiguieron un buen plato de fideos chinos picantes –cuando hay hambre y frío cualquier cosa parece un manjar– para desayunar, ya que empezaba a clarear y necesitaban recuperar fuerzas después de tantas emociones. Sobre todo ahora tenían que centrarse en averiguar cómo podían seguir el camino hasta su objetivo. Lo primero era enterarse de dónde estaban porque los letreros de la estación solo estaban rotulados en caracteres chinos.
Se quedaron de piedra. ¡Estaban en Jiuquan! Sin saberlo ni siquiera sospecharlo, habían llegado justamente donde planeaban ir. Sencillamente increíble. Esto sí que había sido sentido de la orientación y sapiencia de viajeros experimentados. O tal vez era que si aquí decimos que todos los caminos llevan a Roma, allá debe ser que todos los caminos llevan a Jiuquan.Tren a todo tren. Viaje a China
Los dos amigos rieron de buena gana. Estaban donde querían. Ni mapas, ni preguntas, ni nada. Lo único que hacía falta era subir y el tren ya te llevaba. Además, viajando a todo tren.



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