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RUTA EN CAMIÓN – EL SUEÑO DE ÁFRICA, POR YOLANDA FERNÁNDEZ

29 Ene 15    Cuadernos de viajes    Tarannà    1 comentario

Los países de Kenia, Tanzania y la isla de Zanzíbar fueron el escenario de éste, mi primer viaje por tierras africanas.

No tengo por costumbre hacerme expectativas antes de emprender un viaje, pero éste era distinto, se conjugaba la emoción con la aventura de ir y visitar los parques quizás los más famosos del mundo donde habitan los animales salvajes de tantísimas especies, verlos tan cerca de mí, observarlos en el diario transcurrir de su vida salvaje sin perder el más mínimo movimiento o acción que daría lugar para inmortalizarlos en mis fotografías.

El viaje duró 15 intensos días con sus noches y el recorrido era en camión, con un apropiado diseño para este tipo de viaje y suficiente comodidad para sus ocupantes.
Él era nuestro refugio y servía de plataforma desde donde divisábamos el paisaje y tomábamos las fotografías.

El grupo lo conformábamos 18 personas, además de Manuel “Manu” nuestro guía y 4 miembros del equipo (chofer, cocinero y dos ayudantes). Quiero destacar la profesionalidad, y simpatía con que Manu lideró el grupo, pues nos transmitía todos sus conocimientos sobre la fauna y pregunta que se le hiciera tenía la acertada respuesta. Además promovía actos de integración y distracción que hacían que los recorridos bastante largos por cierto, fueran más distendidos. Nos aguardaba un panorama de total camaradería y complicidad.
El primer día llegamos de noche a Nairobi, pernoctamos en un hotel bastante sencillo pero cómodo.

La primera excursión fue al Lago Baringo, aquí realmente empezaba nuestro viaje, nuestra aventura, el cual atravesamos en lancha. Sus aguas mansas chocolateadas, dan cobijo a hipopótamos dormilones, algún que otro cocodrilo y gran variedad de pájaros.

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Nuestro primer día de acampada era el momento preciso para presentarnos y dar a conocer nuestros nombres y alguna reseña de nuestras ocupaciones y profesiones, pero de repente nos sorprendió un torrencial aguacero que entre prisas y risas tuvimos que guardarnos en parejas en las carpas.
Cada amanecer empezábamos con la llamada de Manu a las 5 de la mañana, era el momento de levantarnos, sin demoras, para poder aprovechar ver los animales, ya que éstos son muy madrugadores.

Todo empezaba con un delicioso y copioso desayuno que Jofry, el cocinero preparaba con mimo y que nos cargaba de energía para soportar los grandes recorridos que cada día hacíamos.

Nuestro siguiente destino era el Lago Nakuro después de hacer una jornada bastante larga y extenuante por la cantidad de polvo que sale de las carreteras sin asfalto y algunas de ellas incluso trochas. Este lago es de una belleza apasionante por el color rosa que se refleja en sus aguas proveniente del plumaje de los miles de flamencos que habitan en él.

Nuestra siguiente visita fue a la Reserva Nacional Masai Mara, aquí tuvimos la oportunidad de visitar una tribu Masai. El saludo: “jambo” (hola) en suahili, su idioma natal. Algunos de ellos estaban pastoreando sus rebaños, otros jugaban a las flechas y la matriarca de 80 años nos invitó a entrar en su morada, ésta era de forma cilíndrica y un diámetro no más de 3 metros. En el centro el fogón donde preparaba las comidas. Nos hicieron una breve demostración de sus típicos bailes y nos invitaron a participar. Cantando y cogidos de las manos saltaban de abajo hacia arriba hasta llegar a una altura casi de 1 metro, parecían resortes. Qué lejos quedaba la elasticidad de nuestros cuerpos comparándola con la de ellos.
Otro día en la Reserva Nal. Masai Mara. No hay palabras para describir la belleza de sus parajes con inmensas llanuras alfombradas de verdes pastizales. Y fue aquí donde empezamos a ver lo que queríamos: rinocerontes, leones, hienas, elefantes, etc., la emoción cada vez era mayor.

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Continuando con nuestra excursión y a lo largo del Río Mara encontramos un desfile de jirafas elegantemente erguidas frente a los árboles de donde extraen su comida, más hipopótamos dormilones, ñus, cebras. Llegamos al Lago Victoria y era la hora de buscar el sitio para instalar nuestro campamento. A Manu se le ocurrió la genial idea de hacerlo debajo de una solitaria acacia estratégicamente situada en el medio de la llanura, en un paraje muy peligroso invadido por la presencia de leones. Para esto tenía que pedir permiso a la Central del Parque y solicitar además los servicios de dos Rangers que serían los que montarían guardia durante la noche, velando por nuestra seguridad.

Era tanto el cansancio que dormíamos a plenitud, pero entre sueños y divagaciones escuchábamos el rugir de los leones, eso sí había la expresa recomendación de no salir de la carpa, ni siquiera por alguna urgencia fisiológica.

Amanece un nuevo día y nos embarcamos para atravesar hasta la otra orilla del lago y llegar a un poblado de pescadores. Ellos nos enseñan su técnica para el secado de los pescados sobre la gran mole de piedra, éstos son exportados hacia otras latitudes y con ello obtienen su sustento.

Salen niños de todas las edades y de todas partes, con sus grandes ojos de sorpresa, de alegría, la mayoría descalzos, algunos bien vestidos, otros no tanto, pero su cara desprendía una felicidad que contagiaba. Todos ellos enseguida que advirtieron nuestra presencia nos daban sus manos como buscando el calor ausente en las manos de ellos. La protagonista fue una niña de más o menos unos 8 años, llamada Shakira, a quien le tomamos cantidad de fotografías y disfrutaba mucho viéndose en la pantalla de las cámaras cuando le mostrábamos la fotografía ya hecha. A veces decíamos “¡pobres niños!”, pero ¿pobres por qué? Si son tan felices, que no tienen nada y no encuentran nada a faltar. Tienen paisaje, aire sin contaminación, sol, agua, peces y eso les basta.

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Acabada la visita había que decir adiós a estos niños, algo que nos partía el corazón, ellos no querían soltarse de nuestras manos.

Llegaba un nuevo día y con él la llegada al P.N. Serengeti, el santuario de los animales salvajes.

Después de recorrer muchos kilómetros, echando de menos una taza de café en la mitad de la mañana, llegamos al sitio de concentración de los “big five” (cinco grandes) leones, búfalos, elefantes, rinocerontes, leopardos y muchos más.
La emoción fue enorme cuando en la hora vespertina Manu nos presenta nuestro tended camp, el campamento de lujo que sería nuestro alojamiento esa noche, nada que envidiarle a un hotel cinco estrellas, solo se escuchaba la exclamación Oh!!, Oh!!, qué detalles, qué mimos, la comodidad de las camas con tendidos de fino acabo, flores en las mesas de noche, agua caliente a toda hora en el baño, y cierre hermético para evitar los bichos. Algo que a mí me gustó mucho fue que al bajar del camión nos recibieron con toallas de tela calientes, algo que se agradecía para limpiar la tierra que estaba adherida en nuestra cara y en nuestras manos y a continuación un refresco delicioso para calmar la sed.

Como en el recinto de la ducha de nuestro campamento no había techo podíamos divisar el manto de estrellas brillando en la oscuridad, algo muy romántico.
También la luna sirvió de escenario para hacer el aperitivo que animaba lo suficiente para cantar y bailar. A continuación la deliciosa cena con que una vez más Jofry nos sorprendía.

Segundo día en el Serengeti: se superó con creces lo que quizás en nuestras mentes queríamos encontrar: fue así que pudimos presenciar la cacería de una cebra por parte de leonas y un leopardo al acecho para arrebatársela. Asombroso fue para mí ver el reto que hacen las gacelas cuando ven las leonas con intenciones de lanzarse sobre ellas para saciar el hambre. El paseo del gato pardo con su bello traje de lunares, los elefantes con sus crías desfilando por entre los troncos de los árboles, las grandes manadas de ñus que a lo lejos y desde lo alto del camión se veía como si una manta negra estuviera extendida sobre la llanura.

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Otra noche en el campamento del Serengeti para cuando amaneciera trasladarnos al Ngorongoro. Un largo recorrido que nos llevó todo el día, pero al llegar, otra sorpresa: el campamento de lujo que nos tenían preparado, superando al del Serengeti, con más detalles. La hoguera ya preparada y la manta que para cada uno había sobre las sillas, hacían que el frío de la noche no lo notáramos. Noche mágica con ritmos, bailes y cantos autóctonos que con un delicioso gin tonic disfrutamos mientras llegaba la hora de cenar.

Al siguiente día y en vehículos 4X4 bajamos a la sabana húmeda que ha quedado del volcán. Sería la última vez que veríamos la presencia de ñus, cebras, búfalos, gacelas, leones, leopardos y elefantes algunos de ellos ya ancianos buscando su última morada.

Nos despedimos de los parques y nos dirigimos al pueblo de Mto Wa Mbu en donde después de descansar y llegada la noche asistimos a una cena en una finca platanera. Deliciosos platos típicamente servidos en tiestos de barro y exhibidos en la mesa cubierta con mantel de hojas también de plátano, todo era folclore.

Al empezar el siguiente día había un safari en bicicleta. Yo preferí recorrer las calles del pueblo y confundirme con sus gentes y empaparme de sus costumbres.

Había llegado la hora en que nuestro safari llegaba a su fin. Nos conduce el camión hacia el aeropuerto de Arusha en donde abordaremos la avioneta que nos trasladará a la isla de Zanzíbar. En el aeropuerto era el momento de despedirnos de Manu, Jofry, Moses, Othuman y Emma, el grupo de 5 personas que con su compañía, su trabajo profesionalmente bien efectuado y sus mimos habían hecho las delicias de nuestro viaje. Era una mezcla de nostalgia con alegría, pues habíamos convivido con ellos dos intensas semanas dejándonos el mejor de los recuerdos en cada uno de nosotros.

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Llegamos a la Playa de Jimbiani. El paisaje precioso con un atardecer en donde la puesta de sol era maravillosa, arena muy blanca y fina, la marea estaba baja y se podía apreciar el fondo cubierto con corales vivos. Nos trasladamos al alojamiento, un precioso hotel situado justo en frente del mar con sus bungalows bastante cómodos, pero donde el mantenimiento del recinto como la atención a los clientes debe mejorar. Hacían máximo honor a la expresión “pole pole” (con la calma)
Segundo día en Jimbiani, traslado en lancha a practicar snorkelling en otra isla y bañarnos en esas aguas color turquesa y de temperatura tropical, en donde el paisaje del fondo del mar era paradisiaco. Una pausa para hacer un aperitivo en aquella isla, con frutas todas cultivadas en la isla: coco, sandía, platanitos, papaya. Nuevamente en la lancha para llegar a otra isla donde servirían la comida, exquisitamente preparada con pescados recién cogidos. Regreso a nuestro alojamiento.
De camino a Stone Town, nuestro último destino, hicimos una parada para visitar el bosque Joazami y admirar los colobos rojos.

Ya en Stone Town la capital de la isla, dedicamos la tarde a perdernos entre sus ajetreadas y bulliciosas callejuelas, visitar los sitos de interés e ir de shopping aprendiendo a regatear con los nativos para obtener el mejor precio de los artículos artesanales.

La última noche y por nuestra cuenta nos fuimos de cena donde los unos y los otros nos dijimos “adiós”, agradecidos por haber tenido el privilegio de haber estado en estos parajes de exuberante belleza salvaje y haber alcanzado todos los logros, quedando los maravillosos momentos que juntos vivimos guardados en nuestra memoria y las imágenes en la retina. África había puesto a prueba nuestra sensibilidad y a mí me ha regalado un disfrute al alma.
ASANTE SANA



Comentarios de “RUTA EN CAMIÓN – EL SUEÑO DE ÁFRICA, POR YOLANDA FERNÁNDEZ”

  1. Reynaldo López R. dice:

    No se podría sintetizar mas la increíble historia de este viaje por África. Creo que es una crónica estupenda y aunque esperaba ver algunos leones y jirafas en las fotos, pienso que de este inmenso y precioso continente se podrían escribir libros enteros apasionantes y llenos de una mágica exuberancia.Enhorabuena a Yolanda Fernández L. y también a TARANNÁ viajes que nos han deleitado con este artículo. ¡Felicitaciones! Reylor.

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