entre los que vuelven la espalda y los derribados en el polvo
te salvaste no para vivir
tienes poco tiempo has de dar testimonio”
AUSCHWITZ
A casi nadie, el nombre de Oswiecim le dice nada, pero ocurrió que en la primavera de 1940 sería cambiado por el chasquido del látigo germánico en Auschwitz perdiendo sus resonancias sacras (swiety significa santo en polaco) y convirtiéndose el la referencia universal del genocidio.
La estación de ese pequeño pueblo se convirtió en la última parada de miles de viajeros que no querían serlo.
La entrada al campo de KL Auschwitz II-Birkenau es impresionante; una vía de tren y un punto final. Un cielo azul, una inmensa extensión verde que como un tapiz oculta las cenizas de los inocentes y un asombroso silencio.
En el linde sur, una arboleda de viejos robles, testigos dolientes del pasado. Abrazo uno de ellos y a través de su rugoso tronco puedo sentir el lamento de las víctimas. Todavía se preguntan ¿por qué?. El dolor, la angustia, la incertidumbre y el miedo aún flotan en el aire como una gran burbuja indeleble.
En la era de los grandes acontecimientos y de la vergüenza eterna para el ser humano, después del inmenso dolor y del sufrimiento de las víctimas, del intento universal de comprensión profunda de los hechos y de todo lo sucedido después de todo ello cabe pensar en las individualidades, en cada una de las víctimas.
Sus ilusiones, sus sueños truncados, sus esperanzas, su vida… en la Historia son olvidados y se pierden en el mar de números y estadísticas monstruosas… es la hora del propio dolor, del dolor proveniente de esas heridas sin cauterizar de personas que no tuvieron una oportunidad. Es necesaria la conciencia que se acerca y distancia en un momento para recordar y recordar…
Todos sentimos con el corazón encogido el sufrimiento de esas almas arrebatadas violentamente a la vida.
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