93 411 83 73

HORAS CONCERTADAS LUNES A VIERNES DE 10h a 18h

Blog de viajes

GUATEMALA. EN BUSCA DEL QUETZAL

21 Abr 10    Cuadernos de viajes    Xavier Gil    Sin comentarios

foto4 copia
Desde el primer paso dado por tierras Guatemaltecas, los sentidos empiezan a aflorar, contrastando con la monótona y artificial situación de ruidos, olores y movimientos producidos por las más de doce horas de vuelo que nos cuestan llegar hasta este país.

LA LLEGADA
Para poder llegar a nuestro primer destino, Antigua, tenemos que adentrarnos en Ciudad de Guatemala o Guahitemala cuyo significado es “lugar entre árboles” en la antigua lengua cachiquel, todavía utilizada por la gente del lugar. Totalmente recuperada de las heridas producidas por el terremoto que la devastó en 1976, hoy en día “Guate” como la denominan sus habitantes, es una urbe habitada por más de tres millones de personas y aunque se encuentra situada a 1.500 metros sobre el nivel del mar, lo que debería favorecer un aire fresco y puro, la realidad es que es desgraciadamente todo lo contrario, dado el caos circulatorio que gobierna en la ciudad, largas lenguas de asfalto repletas de vehículos ahogan una ciudad con un alto nivel de contaminación lo que añadido a la inseguridad en sus calles hacen de esta, una lugar de paso antes de adentrarse en el país.

ANTIGUA. Ciudad Colonial.
45 kilómetros nos separan de la capital, pero la diferencia con esta es tal que la distancia parece superior.
Pasear por esta bella ciudad es un placer, por su sosiego; sus calles adoquinadas y sus bien cuidados edificios de estilo colonial español, le dan un carácter y una personalidad única.
Sus rectilineas calles que se cruzan entre ellas perpendicularmente, forman una tela de araña que converge en la plaza Mayor, en pleno centro de la ciudad.
Como la mayoría de las grandes ciudades de Guatemala, esta también fue destruida tras la erupción de uno de los muchos volcanes que la rodean, los cuales aparecen en el horizonte emergiendo de entre la niebla, dándose a conocer a través de esporádicas erupciones, avisando de que siguen vivos y muy vivos, formando parte de las vidas de estas gentes.
La llegada del turismo ha hecho que Antigua sea uno de los lugares más visitados de Guatemala, estando muy bien preparada para recibir a sus visitantes, ofreciendo a todos ellos una amplia infraestructura hotelera adaptada a todos los bolsillos. Cabe destacar el hotel Casa Santo Domingo que aunque de elevado precio, es un lugar de una extremada tranquilidad, reutilizando las dependencias de un antiguo convento de frailes Domínicos, todo el lugar se integra armoniosamente con su antigua utilización; las antiguas celdas de los monjes se convierten en lujosas habitaciones y el antiguo altar se adapta a la perfección en su función de mesa de recepción.
Andar, es la mejor manera para conocer esta ciudad y sus gentes, todo se encuentra relativamente cerca, pudiéndose visitar en un par de días los lugares más interesantes, como el convento de las Capuchinas o el sinfín de iglesias, museos y palacios que llenan la ciudad.

Ascender a uno de los volcanes de los alrededores es casi una obligación, de entre todos ellos el más visitado por su más o menos fácil acceso y su constante actividad, es el Pacaya situado al sudeste de la ciudad, su ascensión durante la noche garantiza un espectáculo de luz y fuego excepcional, dando a conocer a sus visitantes su poder, vomitando lava y piedras incandescentes a gran altura, una experiencia única siempre que las habituales nieblas del lugar lo permitan.

QUETZALTENANGO y sus alrededores.
A temprana hora salimos dejando atrás el brillo producido por la incesante lluvia en las empedradas calles de Antigua.
Tomamos dirección noroeste, los kilómetros no avanzan en valde, metro a metro el paisaje cambia ante nuestros ojos, anchos y verdes valles contrastan con los ya habituales volcanes que recortan el cielo con su característica forma cónica.
A medio camino, tenemos nuestro primer contacto con la antigua civilización Maya en Iximche, una zona de ruinas poco espectacular situada cerca de la ciudad de Tecpan. En este lugar se pueden ver todavía los antiguos palacios y las zonas del juego de la pelota de los mayas. Siguiendo en ruta y cerca del pequeño pueblo de Zunil, empezamos a distinguir a las mujeres vestidas con sus tradicionales vestidos multicolores que diferencian una etnia de otra.
Llegando a Zunil, sorprende la humareda producida por sus aguas termales a más de 40 º y su fuerte olor a azufre que impregna la ciudad. Pero Zunil destaca por ser uno de los centros religiosos indígenas, gracias a que en este montañoso lugar se encuentra el denominado “San Simón”. El culto a San Simón o Maximón es algo extendido en todo Guatemala sin discriminación de étnias ni niveles sociales. Dicho culto se remonta a los antiguos ritos de santeria de algunos países caribeños.
Este está representado por un muñeco con figura humana sentado en una silla, vestido de una forma extremadamente peculiar, cubierto totalmente por corbatas, pañuelos, gafas de sol y un gorro vaquero cubriendo su cabeza. Los creyente se acercan al lugar en donde se le solicitan favores a cambio de ofrendas, las cuales acostumbran a ser dinero, ron, tabaco o comida, que a bien seguro casi siempre terminarán en poder de los vigilantes del lugar. La infinidad de candelas encendidas alrededor de San Simón y todo su entorno le dan al lugar un aire muy peculiar, que sorprende incrédulamente al visitante que por primera vez experimenta esta visión.
La llegada a Quetzaltenango se produce en total oscuridad ya entrada la noche. La ciudad parece dormida con sus calles vacías y oscuras sólo iluminadas por el rotulo de un inconfundible McDonald’s y de algunos bares musicales en donde pequeños grupos de jóvenes bailan al son de las últimas novedades musicales.
Nuestra estancia en Quetzaltenango es sólo un puro trámite para poder pasar la noche.

A primera hora de la mañana presenciamos el izado de la bandera nacional a cargo de un grupo de pequeños estudiantes, totalmente uniformados y en actitud marcial, acompañando con sus voces el esperpéntico sonido del himno que surge de un par de altavoces, traídos por un grupo de militares para la ocasión. Después de esta “extraordinaria “ experiencia y de haber desayunado opulentamente gracias a la increíble variedad de dulces que se puede encontrar en las pastelerías, partimos de Quetzaltenango hacia zonas rurales del Norte del país.

LOS CUCHUMATANES
El auténtico colorido de Guatemala va apareciendo poco a poco ante nosotros, los mercados son una referencia en todoel país. Estos se revelan como punto de encuentro entre las gentes que habitan las zonas rurales, teniendo la ocasión de poder vender sus productos.
El Huipil es el traje típico de las mujeres guatemaltecas, es una explosión de color y de dibujos geométricos que distinguen a cada pueblo, existiendo más de 300, los cuales son tan espectaculares como difíciles de identificar.
Hacia medio día llegamos a San Andrés Xecul, un pequeño pueblo situado en la parte alta de un extenso valle en donde sus amigables gentes llena de satisfacción su visita.
Una vistosa iglesia, da la bienvenida al visitante llenándolo de optimismo gracias a los intensos colores con que su fachada está pintada, pretendiendo representar al típico huipil de las mujeres.
Una callejuela que sale desde la plaza de la iglesia, nos lleva a través de su mal empedrado trazado hasta la parte más alta de la población, en donde el denominado calvario, una pequeña capilla similar a la anterior en donde los lugareños realizan sus ofrendas, a falta del maximón. A pocos kilómetros se encuentra San Francisco el Alto, donde se celebra su mercado semanal. Miles de personas llenan sus pequeñas callejuelas, repletas de pequeños tenderetes que hacen casi imposible el paso entre ellos, un sinfín de ir y venir de gente cargada con fardos a la espalda repletos de todo tipo de artículos, inundan cada rincón del mercado. Horas de apretones, transforman a esta visita en un experiencia intensa y agotadora.
Ya de camino, una serpenteante carretera nos lleva entre unos parajes de extrema belleza hasta Todos los Santos Cuchumatan. El clima es fresco dados los 2.500 metros de altitud que eleva a esta población situada en plena sierra de los Cuchumatanes. Es uno de los lugares en donde el tiempo parece haberse detenido. La etnia Mam mayoritária en la región resulta lo más interesante del lugar, un resplandor rojizo recorre sus callejuelas, debido al color utilizado por los hombres en su indumentaria, pantalones rojos con franjas blancas y camisas multicolores que culminan en un ancho cuello bordado y un sombrero al más puro estilo “cowboy”, realmente les dan un aspecto muy singular.
El día de mercado es toda una explosión de color y bullicio en donde las transacciones se realizan a un ritmo frenético, aprovechando la ocasión para abastecerse de los productos más necesarios para subsistir durante el resto de semana, esperando la llegada del nuevo día de mercado.

CHICHICASTENANGO Color y Sabor de Guatemala.
Un largo recorrido por estrechas carreteras de montaña, nos muestran poblaciones como Aguacatan, Sacapulas o Santa Cruz de las cuales poco habría que comentar a no ser por el calor y la amabilidad de sus gentes que las hace de ellas algo muy especial.
La llegada a “Chichi”, como ya es habitual, la hacemos ya entrada la noche, pero esta vez la oscuridad juega a favor nuestro ya que los preparativos del impresionante mercado de esta ciudad, se realizan por la noche. Todo el movimiento de este mercado nocturno es sorprendente por la total falta de compradores, sólo unos pocos transeúntes, entre ellos nosotros, se mezclan en el quehacer frenético de estos grandes mercaderes.
De población mayoritáriamente Quiche, Chichicastenango es uno de los lugares más visitados en Guatemala, sobre todo los domingos, día semanal de mercado.
La ciudad transmite un pronunciada personalidad, antiguos edificios entre calles empedradas que hacen de mal andar, se aúnan a todo un sinfín de ofertas tanto gastronómicas como culturales, para poder atender al gran número de visitantes que acostumbran a deambular por la ciudad.
El bullicio del mercado dominical es inexplicable, todo tipo de artículos son expuestos a los ojos de miles de personas que intentan acceder a ellos con la mayor tranquilidad, aunque en la mayoría de los casos sea prácticamente imposible debido al gran número de personas que circulan al unísono. Estrechos pasillos entre sencillos tenderetes cubiertos por plásticos multicolores, que hacen la función de techumbre, cubren prácticamente todo el centro de la ciudad, permitiendo entre sus rendijas, que pueda escapar hacia el cielo azul una intensa humareda, la cual se levanta del centro de la plaza, lugar en donde tradicionalmente quedan ubicados los chiringuitos en los que la gente puede llevarse algo que comer a la boca, después de un ajetreado paseo por el extenso mercado.
Un verdadero espectáculo de color se cierne en las escaleras que dan acceso a la iglesia de Santo Tomas, en donde las vendedoras de flores y verduras, se confunden con sus vistosos trajes de colores entre sus productos, esparcidos a su alrededor en la propia escalinata, en donde cientos de creyentes se agolpan en su parte superior, al pie de la entrada principal de la iglesia, para realizar sus ofrendas, mientras el intenso olor del incienso encendido por ellos impregna el lugar.

LAGO ATITLAN. El sosiego.
Una parada en la carretera, al borde de un espectacular precipicio nos sirve, para darnos una idea de la grandiosidad del lago Atitlan y su entorno. Entre la bruma que parece flotar entre las verdes aguas del lago y nosotros se puede entrever el pequeño pueblo de Panajachel, con una población totalmente volcada al turismo, el cual acude a este lugar de forma masiva.

Una longa calle principal repleta de coquetos restaurantes, cafeterías y tiendas llenas de souvenirs, nos lleva sin tener que pensar, hasta la orilla del lago, de donde cada hora sale una pequeña embarcación, la cual surcando las tranquilas aguas, nos llevará hasta la orilla contraria en donde se encuentra Santiago de Atitlan. Una hora más tarde nos encontramos acomodados en un precioso hotel con unas impresionantes vistas, propiedad de un estadounidense de un humor un poco inestable pero con una gran capacidad culinaria.
La fuerte lluvia que nos ha acompañado durante toda la noche, nos despierta con el repiquetear de sus gruesas gotas contra la claraboya situada en la parte alta de nuestra habitación. La ahora suave cortina de agua, no es impedimento para que podamos visitar los pueblos ribereños cercanos, llenos de paz y sosiego, en donde las gentes de la étnias tzutuhil y cakchiquel que los habitan, te reciben con cierta expectación, debido a la poca gente que llega hasta estos parajes.
Un corto trekking nos llevará a conocer poblaciones como San Marcos, San Pablo o San Pedro en donde la pintura naif de un pintor extraordinario nos lleno los sentidos al igual que una opípara comida llenos nuestros estómagos después de una calurosa caminata.
La niebla es parte del cuadro habitual de la región, pero cuando esta se desvanece, la visión es realmente espectacular, las verde aguas del lago contrastan con la majestuosidad de los volcanes que lo rodean, son como grandes colosos con más de 3.000 metros de altura que hacen las funciones de vigilantes de las aguas y de sus habitantes.
Cientos de cayucos, la tradicional embarcación indígena, surcan las aguas con la lentitud que da el amanecer, transportando en sus panzas de madera a pacientosos pescadores que pueden pasarse largas horas en ellas antes de sacar un buen provecho de su espera.

ATRAVESANDO LA SELVA DEL PETEN
De Santiago de Atitlan hasta Cobán, nuestro próximo destino, nos separan más de 400 kilómetros, los cuales se nos intuyen largos y monótonos debido al mal estado de las carreteras y debido a que no preveemos nada de interés relevante durante el trayecto. A mitad de camino hacemos una parada en el que creemos es el único punto de interés del recorrido, la visita a la reserva natural del Biotopo del Quetzal, se nos antoja interesante y aunque debido a la fuerte lluvia con que nos recibe el lugar no podamos observar prácticamente ninguna de las especies que aseguran habitan el lugar, el paseo por los bien indicados senderos, con el sonido de la lluvia y la visión de la niebla surgiendo de entre la espesa vegetación hacen de la visita una experiencia muy gratificante.
Humo, bocinas sonando insistentemente, trafico a doquier es la imagen que percibimos a nuestra llegada a Cobán. Ubicada en pleno centro del país, nos resulta un puro trámite para empezar a adentrarnos en la fascinante selva del Peten. La ciudad mantiene una buena animación durante la noche, multitud de gente deambula por las pequeñas calles de esta ciudad, llenando a rebosar el “Pollo Campero” una adaptación Guatemalteca de los famosos fast foods americanos.
Resulta interesante hacer una parada en las afueras de Cobán para visitar un vivero de orquídeas, regentado por una mujer viuda y ayudada por un experto conocedor del tema, los cuales nos dieron un trato simplemente excelente, para ser recordado durante mucho tiempo. Dejando el asfalto de un lado, nos adentramos en la selva, no sin antes habernos proveído de protección policial durante el trayecto, debido a los bandoleros que acostumbran a dar más de un desagradable encuentro por estos parajes desiertos.

Una pista de tierra completamente recta, la cual se abre entre la espesura de la selva como producida por el corte de un afilado cuchillo, nos traslada, hasta Candelaria un lugar perdido en medio del Petén que gracias al interés y dedicación de una institución francesa, mantienen el lugar en unas condiciones excelentes de protección del medio, fin que hay que elogiar por lo inhóspito y bello del lugar.
La acogedora madera de un muy confortable lodge exento delujos, nos da abrigo de la oscura noche, la cual se antoja interesante por lo espectacular de la zona.
En esta pequeña reserva natural se encuentran la cuevas de Candelaria, que aunque de difícil acceso, se muestran en toda su majestuosidad una vez penetras en ellas. Enormes bóvedas abiertas al cielo, por donde haces de luz de un templado sol, irrumpen en las entrañas de la tierra mezclándose con la intensa oscuridad, generando un efecto espectral, visto desde el interior.
Muy a pesar nuestro, tenemos que dejar este bello paraje para seguir nuestro camino, el cual nos conducirá hasta Sayaxche, antes de llegar a este punto, visitamos un centro de la cultura Maya de gran interés. Ceibal es un lugar dificil de acceder, pudiéndose llegar a el remontando el río La Pasión o bien a través de una pista, la cual en época de lluvias se convierte en un auténtico barrizal, prácticamente inexpugnable. A través de este y no sin problemas, al fin llegamos al complejo de ruinas, inmersas en la selva, es como si esta lo fuera devorando poco a poco. Cabe destacar ante todo la belleza del entorno y en el sentido arqueológico varias estelas con sorprendentes y muy bien conservados relieves, al igual que alguna reconstruida pirámide del comienzo del postclásico.
Ya en Sayaxche, se nos habré una población que vive hacia y del río La Pasión. Después de negociar con el propietario de una de las grandes piraguas a motor, partimos navegando por el río adentrándonos cada vez más a zonas prácticamente vírgenes. El trayecto nos lleva hasta la amplia laguna de Petexbatun que se muestra espectacular coincidiendo con la puesta de sol, lo que tiñe el lugar de un naranja intenso, decreciendo poco a poco hasta transformarse en una oscuridad total.
Un pequeño islote en medio de la laguna será el lugar en donde poder pernoctar, un lodge perfectamente integrado en su entorno nos permite descansar de una forma muy placentera con el cielo estrellado y las altas copas de las Ceibas sobre nuestras cabezas. Las aldeas cercanas y sus gentes, aunque en un inicio se mantienen expectantes ante nuestra visita, acaban aceptándonos de buen agrado, transformando una situación en la que parecía no pasaríamos de un simple paseo por la aldea a vivir un día intenso de actividad, diversión y de contacto con esta amable población.
No muy lejos se encuentran las ruina Mayas de Aguateca, el acceso a través del río, se complica debido a la estrechez de su cauce, lo que dificulta la navegación de nuestra larga piragua, la cual a de ir maniobrando sin cesar, para poder salvar los múltiples recodos que se abren ante nosotros. Una vez llegados al lugar, una empinada escalera nos lleva hasta la entrada principal de recinto. Arqueológicamente, no tiene demasiado interés por la completa destrucción de sus edificios. Caminando por los estrechos senderos repletos de piedras y troncos, cubiertos de musgo, que se van interponiendo en nuestro camino, haciendo que nosotros y nuestro entorno nos transformemos en uno sólo, llegando a integrarnos en un paraje de un verdor intenso, en el cual, el frescor respirar de la vegetación hace que el oxígeno llene nuestros pulmones, poco acostumbrados a tanta pureza. Un corte en la roca de la montaña hace que ante nosotros se abra una espectacular visión, por la cual debemos adentrarnos, entre altas paredes; con no más de 2 metros entre ellas, un empinado pasillo nos traslada hacia el otro lado de la montaña, pareciendo, como si una gran boca de la tierra nos tragase, para volvernos a escupir al cabo de cierto tiempo. Transcurridos ya cuatro días experimentando el poder de la selva, salimos poco a poco de esta para trasladarnos hacia el norte del país con parada en Flores, una población situada en una pequeña isla del lago Petén Itzá, la cual está conectada con la orilla, gracias a los 500 metros de un puente de cemento gris, que contrasta con el variado colorido con que los habitantes de Flores pintan sus casas, dándole un carácter festivo y agradable a su visita.
En algunos de sus restaurantes se pueden degustar platos típicos de la región del Petén, como el armadillo o el tepescuintle, pequeño roedor de la zona y como no todos ellos acompañados de los ya habituales frijoles.

TIKAL. Cuna de la cultura Maya.

A escasa una hora de camino desde Flores, se encuentra Tikal, uno de los mayores centros arqueológicos de la cultura Maya. Para evitar coincidir con la llegada masiva de visitantes, decidimos ponernos el despertador para poder salir antes del amanecer y llegar al acceso de entrada a primera hora, esto nos permite realizar toda la visita prácticamente solos, lo que realmente merece la pena, viendo la avalancha de gente que llegada en avión desde distintos puntos, llegan hacia el medio día, cuando nosotros damos por casi acabada la visita. Las ruinas se encuentran dentro de un parque nacional con 546 km2 de extensión, donde se albergan además de una interesante fauna y flora, más de 4.000 construcciones de la época Maya, la mayoría todavía enterradas o devoradas por la selva. La gran extensión del lugar hacen de la visita un día agotador.
Es sobrecogedora la aparición de la Gran Plaza de entre la espesura de la selva, a cada lado de esta se encuentran los Templos I y II, de los cuales, sólo al primero esta permitido acceder a través de sus escarpadas escaleras, las que te permiten subir hasta su parte más alta, obteniendo una visión espléndida de toda la zona y de este primer complejo arqueológico.
Pasear por los senderos que unen todos los complejos, acompañados de las primeras luces del día, junto a la infinidad de sonidos provenientes de las altas copas de los árboles, provocados por el gran número de monos aulladores y araña, ya es toda una experiencia. Siguiendo la visita no hay que perderse la subida por las empinadas y postizas escaleras de madera que nos dan la oportunidad de acceder a lo más alto del Templo IV, o templo de la serpiente, el cual, con sus 65 metros de alto se convierte en la edificación Maya más alta del mundo. Desde su altura la vista es increíble, la selva se encuentra a nuestros pies, ofreciéndose en toda su extensión, la monotonía de la verde espesura, sólo se ve rota por la aparición de las partes altas del resto de templos, que surgen con su color gris característico por encima de las copas de los árboles.

EL CARIBE: Un país distinto.
Desde Flores realizamos el trayecto más largo de todo el viaje, 800 kilómetros de buena carretera asfaltada nos ayudaran a llegar a Puerto Barrios en unas ocho horas.
Puerto Barrios, es una población costera con el único interés de ser el punto más cercano de conexión con Livingston. El traslado hasta Livingston que sólo se puede realizar por mar, puede ser complicado dependiendo de la demanda de lanchas rápidas, si esta es alta, el precio del viaje sube debido a que en cada lancha sólo caben 10 personas, si se quiere negociar un buen precio por el traslado, vale la pena esperar en el embarcadero hasta que este se vacíe de gente, y así poder contratar un buen precio de ida y vuelta, y hasta de las posibles excursiones que se vayan a realizar durante estos días.
A través de un mar Caribe embravecido, volamos literalmente por encima de las olas gracias a los 65 cv de sus dos potentes motores los que nos trasladan hasta el embarcadero del hotel Tucan Dugú en algo menos de una hora.
El primer paseo por las peculiares calles de Livingston, sorprende por no parecerse en nada a lo visto en el resto de Guatemala. Mayoritáriamente de población garifuna, el reggae y el característico olor a marihuana, llenan el ambiente y un gran número de jóvenes rastas dan un color especial, a este lugar, de un total sabor caribeño.
Casas típicas caribeñas pintadas de suaves colores pasteles, un ambiente caluroso, una gastronomía autóctona en base a pescado y marisco como puntos fuertes y el sosiego que transmite la población, aseguran unos días de total relajación, perfectos para un merecido descanso después de nuestro agotador viaje.

En contra de lo habitual, sus playas son de muy poca calidad, a menos que demos un paseo por la playa, hasta la alejada playa Cocoli, lugar de aguas limpias y cristalinas.
Las visitas desde Livingston se limitan a posibles excursiones hasta los cayos de Belice, siempre condicionadas por el estado de la mar, o la posible travesía hasta el lago Izabal remontando el río Dulce.
Esta travesía, transcurre por escarpadas paredes de piedra, por donde circulan las aguas del río, obteniendo una visión cercana de la vida cotidiana de los pobladores de la región. La posibilidad de llegar hasta finca Paraíso nos da la oportunidad de tomar un baño en una cascada de agua termal, la cual fluye de la roca a más de 40 º , la sensación de situarte bajo la presión de la caída del agua, junto al contraste de su temperatura, hacen del momento algo especialmente gratificante.

FIN DEL VIAJE Después de transcurridos 20 días desde el inicio de nuestro viaje por este país, ha llegado el momento de volver, es difícil en este instante poder hacer un valoración de lo visto y vivido, dado el gran número de experiencias obtenidas, difícilmente asimilables hasta transcurrido cierto tiempo, aunque a falta de este análisis, puedo afirmar que Guatemala es un gran país al que no hay que dejar de visitar.

Xavier Gil



Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Comparte esta página:

Síguenos: