En este Cuaderno de viaje voy a recorrer la desconocida región del lago Turkana, en Kenia. Es sorprendente el gran contraste que, desde principios del siglo XXI, se sufre en este país africano. Mientras, por una parte goza de prestigio mundial como destino turístico de primer orden, cuyas infraestructuras están a la altura del turista más exigente, por otra las condiciones de vida de las gentes del norte del país son absolutamente precarias, llegando a límites sorprendentes.
Son muchos los lugares del mundo cuyo escaso interés turístico y, cuya prácticamente nula repercusión económica, pasan desapercibidos a los ojos de la mayoría, lo que deja a sus gentes a merced de su destino frente a, en muchos casos, luchas constantes por el poder. Ambientes hostiles donde simplemente subsistir constituye una tarea de titanes.
En este Cuaderno de viaje voy a recorrer la desconocida región del lago Turkana, en Kenia. Es sorprendente el gran contraste que, desde principios del siglo XXI, se sufre en este país africano. Mientras, por una parte goza de prestigio mundial como destino turístico de primer orden, cuyas infraestructuras están a la altura del turista más exigente, por otra las condiciones de vida de las gentes del norte del país son absolutamente precarias, llegando a límites sorprendentes.
(Nota: El siguiente Cuaderno de viaje es la crónica de un entusiasta grupo de Viajeros sin Fronteras, sobre las experiencias vividas en un viaje de 2010 por la región del lago Turkana en Kenia. Por su interés descriptivo y porque no ha perdido vigencia, volvemos a publicarlo en la fecha actual de 2018).
A través de Viajeros sin Fronteras (pequeña ONG formada por amantes del viaje y de nuestro planeta, a la cual pertenezco) se pusieron en marcha una serie de proyectos en esta zona de Kenia con la finalidad de intentar mejorar la vida de sus gentes. Dichos proyectos se centraron en la construcción de pozos y presas de agua, repartidos por todo el territorio, que posibilitaran a los habitantes de este lugar y a su principal medio de vida (sus animales) el acceso fácil y en condiciones sanitarias a este precioso fluido, vital para la subsistencia y tan escaso en esta parte del mundo.
La gestión del trabajo en la zona la realiza un grupo de misioneros españoles, de la comunidad misionera San Pablo Apóstol, que está trabajando en la región desde el año 1983 y que se muestra más que dispuesto a llevar a buen término cualquier trabajo que beneficie a la comunidad local, por complejo o laborioso que sea.
Desde estas líneas quisiera felicitar a estas personas, y en concreto a Fernando Aguirre por su dedicación en bien de un mundo cada vez más necesitado de gente que aporte todo lo positivo de la raza humana; en este caso, su solidaridad y apoyo. Muchas gracias.
La región de Turkana, en pleno valle del Rift, se encuentra situada al noroeste de Kenia, entre las longitudes 34º 0’ y 36º 40’ Este, y las latitudes 10º 30’ y 5º 30’ Norte. Ocupando toda la orilla este del lago Turkana, se extiende por un área de 77.000 km2, equivalente al 42 % del total de la extensión de la provincia del valle del Rift.
Delimita al noreste con Etiopía, con el Sudán por el noroeste y con Uganda por el oeste.
Se encuentra rodeada por las regiones de Marsabit por el este, Samburu por el sudeste y las de Baringo y West Pokot al sur.
La región se halla aislada del resto del país por una serie de cadenas montañosas y por las saladas aguas del lago Turkana.
Información útil
¿Cómo llegar?
La llegada al país se realiza por su capital Nairobi, trámite para después seguir nuestro viaje hacia el norte. Por supuesto, existe la posibilidad de visitar la ciudad así como alguno de los Parques Nacionales de sus alrededores, entre otros: Massai Mara, Samburu, o los lagos Nakuru y Naiwasha, todos ellos reconocidos mundialmente por su alta concentración de fauna salvaje.
Hay distintas posibilidades de vuelos vía una ciudad europea, con las compañías KLM, Air France, SN Brusselles (antigua Sabena) o bien con escalas en ciudades africanas como El Cairo, con Egipt Air, o Addis Abeba, con Etiophian Air Lines.
De una manera u otra todas ellas nos transportarán, en unas ocho horas, a nuestro destino, con la única diferencia de sus ofertas económicas, punto importante a tener en cuenta en el presupuesto total del viaje. Es aconsejable pues, comparar tarifas y poder hacer una pre-reserva con la mayor antelación posible.
Desde Nairobi se puede acceder a la región del Turkana en transporte terrestre o en aéreo, con varias posibilidades en ambos casos.
En coche
Si decidimos que nuestra incursión sea por tierra, tenemos la opción de alquilar un coche en cualquiera de las innumerables agencias de viajes o compañías de alquiler de vehículos y conducir nosotros mismos. Si elegimos esta fórmula, antes de salir de nuestro país de origen tendremos que tramitar un permiso internacional de conducir y proveernos de mapas actualizados para circular con la mayor seguridad. Otra posibilidad es la de contratar los servicios de un conductor, quien nos llevará con muchos menos problemas, aunque probablemente también viviremos menos experiencias, hasta el lugar deseado.
Otra opción, si se dispone de más tiempo y menos presupuesto, es viajar en transporte público, en este caso los famosos matatus. Estos pequeños vehículos, con capacidad para 14-17 personas, cubren cualquier trayecto entre las distintas zonas del país. Eso sí, hay que armarse de grandes dosis de paciencia y estar mentalizado para pasar un buen número de horas sentados dentro del vehículo, sin prácticamente poder moverse, dado que siempre van sobrecargados. Lo que sí se puede garantizar es que la experiencia, al margen del cansancio, es muy gratificante por el contacto directo que permite con la forma de vida cotidiana del pueblo keniata.
Los precios de estas opciones rondan desde los 18 euros que puede costar el matatu público, hasta unos 100 euros que es el coste de un vehículo con conductor. Estos precios oscilan dependiendo del número de personas que viaje en el vehículo.
Otra opción a tener en cuenta en caso de un grupo numeroso de viajeros, es la de chartear un matatu privado, contando que hay que pagarle la vuelta al conductor. El coste, siempre que sean diez personas, rondará los 60 euros por cabeza.
El trayecto desde Nairobi hasta Lodwar, capital de la región del Turkana, es largo y complicado. Los 700 km que separan ambas ciudades y las condiciones del asfalto de la carretera, que en muchos casos ha desaparecido sin que las autoridades hayan hecho nada para remediarlo, son motivos suficientes para plantearse el trayecto en dos días. Para pernoctar a mitad de camino la mejor opción, después de pasar por Nakuru y Eldoret, es la población de Kitale, en donde se puede encontrar alojamiento francamente acogedor a buen precio. Es muy recomendable reservar el hospedaje antes de la salida, dado que al ser una población próxima a la frontera con Uganda y además rodeada de Parques Nacionales, los hoteles acostumbran a estar llenos.
Si ésta es vuestra opción, os recomendaría hacer noche en un lugar privilegiado, el Sirikwa Safaris (e-mail: sirikwabarnley2002@yahoo.com), una mansión colonial en la que vive desde hace muchos años una familia británica muy amable. Ofrece distintas opciones de hospedaje: habitaciones, un espacio reservado para la acampada con todos los servicios necesarios, y cuatro tend camps que hacen revivir el escenario de películas tan célebres como Memorias de Africa. El lugar es francamente privilegiado, dado que se encuentra al pie del monte Elgón, fronterizo con Uganda, una zona espectacular por su frondosa vegetación, su verdor y sus bajas temperaturas nocturnas, cuestión a tener en cuenta. La comida es excelente y los precios sorprendentemente bajos por el nivel de calidad y atención. De todas maneras, hay otras opciones también válidas como el Kitale Inn, un hotel grande y lujoso con campo de golf incluido.
Al día siguiente, se sigue el trayecto hacia el norte, con destino Lodwar. Tal como van transcurriendo los kilómetros, el paisaje va cambiando estrepitosamente hasta transformarse en nada.
En avión
Existen también varias opciones para ir en avión. Hay vuelos regulares desde Nairobi hasta Lodwar, Kakuma, Lokitaung y Lokichokio, las cuatro poblaciones que disponen de aeropuerto en la zona. La opción de escoger una u otra está relacionada con el número de personas que viajen o con el día que se pretenda volar. En algunos casos las opciones de plazas son mínimas y en otros las salidas son semanales. Nuestra elección fue la de ir hasta el lugar más al norte, Lokichokio, a 40 km de la frontera con Sudán y a 250 km de buena carretera hasta Lodwar, pero en este caso hay que proveerse de un vehículo para hacer el trayecto por carretera. Como orientación, el vuelo regular de la compañía Kenia Airways, con capacidad para diecinueve pasajeros, con destino Lokichokio tiene un coste por persona de 136 euros y el trayecto es de unas dos horas.
Otra posibilidad es la de chartear avionetas. Las hay con distinta capacidad, la mayoría de compañías privadas o de las misiones disponen de ellas, pero el precio es realmente elevado. Como ejemplo, señalar que un vuelo a Lodwar para diez pasajeros puede costar alrededor de 600 euros por persona.
Documentación
Es necesario disponer de visado para la entrada a Kenia. Se puede tramitar a la llegada en el propio aeropuerto, pero es recomendable gestionarlo desde España en el Consulado de Kenia en Madrid, ya que es probable que si el vuelo llega a Nairobi fuera de horarios de oficina, no lo podáis gestionar hasta el día siguiente, con la consabida perdida de tiempo.
Se puede pedir al Consulado por teléfono y envían por fax una hoja de solicitud. Una vez rellenada, junto con cuatro fotografías y el pasaporte con validez para seis meses, se puede enviar por correo o mensajería. Hay que mandar una transferencia de 50 euros y en cinco días te lo remiten cumplimentado a tu domicilio.
Aunque normalmente no la solicitan, es conveniente para evitar posibles problemas, llevar la cartilla de vacunación de la fiebre amarilla.
En el caso de pretender conducir un vehículo hay que tramitar desde España el permiso de conducir internacional.
Como recomendación más general, es bueno llevarse un juego de cuatro fotografías, ya que nunca se sabe qué le puede pasar a nuestro pasaporte y en caso de pérdida o robo, nos serán muy útiles. En muchos países es verdaderamente difícil encontrar dónde hacerlas.
Asimismo es aconsejable hacerse con un juego de fotocopias del pasaporte y de los billetes de avión. En caso de extravío, siempre tendremos constancia de nuestros datos y del número de localizador en el caso de los billetes de avión. Más vale prevenir.
Horarios
Según el horario actual de verano en España, en Kenia es una hora más.
Idiomas
En Kenia existen dos idiomas oficiales hablados por la mayoría de la población, sobre todo en las zonas urbanas, el inglés y el swahili. Por otra parte, hay un buen número de etnias que tienen sus propios idiomas como es el caso de los massai, turkana, dasanech, el-molo, samburu, etc.
Sanidad
Como en todo viaje a un país tropical o de los denominados del tercer mundo, hay que tener una serie de precauciones básicas:
– No beber agua que no sea embotellada.
– Evitar comer verduras o frutas que hayan sido peladas y lavadas con agua del país, o comer comida cruda o poco hecha.
– Evitar comer helados y no ingerir ninguna bebida con cubitos de hielo.
– En prevención de la picadura de mosquitos u otros insectos, usar repelentes y mosquiteros siempre que sea posible, así como llevar ropa clara y camisas con manga larga una vez esté oscureciendo.
– En caso de contactos sexuales, tomar las prevenciones necesarias para evitar contagios, tanto de enfermedades venéreas como del SIDA, tan extendido por África.
– Evitar el contacto directo con animales, la rabia es un gran peligro dependiendo de la distancia del centro médico más cercano.
– En caso de la ya famosa diarrea del viajero, lo ideal es dejar de ingerir alimentos, o en su defecto tomar suero oral acompañado de los medicamentos convencionales para estos casos, hasta que volvamos a la normalidad.
– En el caso de hacer acampada, no dejar el calzado fuera de la tienda y antes de calzarse por la mañana comprobar en su interior que no haya entrado ningún animal.
– En los trayectos por desierto o selva, hay que fijarse muy bien dónde se pisa. Las picaduras de serpientes, escorpiones o arañas, normalmente se deben más al descuido del viajero que al ataque del animal.
Como consejos más concretos durante la estancia en la región del Turkana, cabría mencionar que es importante antes del viaje realizar una visitar a las dependencias de medicina tropical del Hospital de tu ciudad. Allí determinarán, en cada caso, la situación del momento y las vacunas necesarias para cada uno y para cada situación. Asimismo os informarán sobre cómo confeccionar un pequeño botiquín de urgencia.
Es imprescindible tomar la profilaxis de la malaria, hoy en día existen varios tratamientos distintos en función de cada persona.
A día de hoy, no hay ningún problema para bañarse en los ríos, riachuelos o en el propio lago Turkana, dado que no se encuentra bilarciasis en la zona. No obstante y dado que estos datos cambian constantemente, es necesario asesorarse antes del viaje.
Hay que tener en cuenta que es una zona muy inhóspita y que la mayoría de los días van a ser de acampada, por lo que hay que tomar precaución con los escorpiones y las serpientes.
Clima
En la región del Turkana, las temperaturas son uniformes durante todo el año. Oscilan entre los 24º y 38º C a la sombra.
Es una región denominada ASAL, es decir, desértica y semidesértica dependiendo de la zona.
Gracias a la brisa generada por el lago, la temperatura cerca de las orillas se hace algo más templada que en las tierras del interior.
La lluvia en esta zona es errática, el promedio anual de precipitaciones es de 120 a 430 ml por m2.
Es muy habitual durante la tarde noche que sople un fuerte viento por toda la región. Son pocas las montañas en la zona por lo que no hay ningún impedimento para que éste sople a sus anchas, en algunos momentos con bastante fuerza. Es importante tenerlo presente a la hora de acampar. Será imprescindible encontrar un lugar lo más resguardado posible si no se quiere despertar rebozado en fina arena.
Topografía
El paisaje se caracteriza principalmente por las llanuras salpicadas de montañas y antiguas colinas de lava.
Ubicada en pleno valle del Rift, su extensión es de 77.000 km2.
La altitud oscila entre los 900 m, al pie del macizo Loima, fronterizo con Uganda, hasta los 370 m a orillas del lago Turkana.
Hay pocos ríos con caudal, éste sólo depende de la posible lluvia caída en las lejanas montañas de norte (Loima) o las del sur (Loichangamatak y Lochereesokon), las cuales alimentan al principal río de la región: el Turkwel, que pasa por la capital Lodwar, antes de desembocar en el lago Turkana.
El resto de ríos y riachuelos están la mayoría del tiempo completamente secos, a excepción de la época de lluvias.
Seguridad
No se percibe una sensación inquietante o de inseguridad en la zona. Nosotros no tuvimos ningún percance por ningún rincón del Turkana, aunque sí es cierto que hay muchos comentarios en las webs oficiales de distintos países y organizaciones donde se insta a los viajeros a extremar las precauciones por la región, ante la posibilidad de pillaje por parte de bandidos en las carreteras más alejadas, entre ellas las que van de Nairobi a Kitale y toda la zona norte del Turkana, fronteriza con Sudán.
En el norte y noroeste del país, donde confluyen las fronteras de Sudán, Etiopía y Uganda, la situación es tensa. Los pocos turkana que habitan en esta zona van armados, generalmente con kalashnikov, para salvaguardarse de las incursiones constantes de sus enemigos históricos, los dasannech y los geleb, que habitan en el sur de Etiopía y Sudán. La población fronteriza de Kibbish, al norte del país, puede que sea el único punto, excepto algún barrio de Lodwar, donde sí que se respira cierto clima de inseguridad. Asimismo, nos recomendaron que no nos acercáramos a la zona fronteriza con Uganda en Moroto. Según nos comentaron, parece que hay bandidos de la etnia pockot en sus aledaños.
La etnia turkana se presenta muy desconfiada ante la presencia de extraños. Debido, probablemente, a las constantes luchas que mantienen por la supervivencia con todas las etnias vecinas. Por lo tanto, yo aconsejaría saber mantener las distancias, sobre todo al principio. Una vez se ha roto el hielo, el contacto con ellos puede ser francamente intenso y enriquecedor.
Como he comentado ya, no tuvimos ningún problema pero creo que es inteligente no bajar la guardia ni aquí ni en ningún otro lugar del mundo.
Es importante disponer de un seguro de viaje que pueda solucionarnos cualquier imprevisto indeseado durante este y cualquier otro viaje.
Transporte por el Turkana
Es complejo moverse por la zona y el único medio de transporte recomendable es un todoterreno o 4×4.
Una opción, aunque ya hemos mencionado alguna otra, pasa por el alquiler de un vehículo desde Nairobi. Resulta francamente caro, dado que si se va sin conductor hay que volver forzosamente a Nairobi a devolver el coche, pudiendo no ser este el destino final del viaje. En nuestro caso seguíamos viaje hacia Uganda y por lo tanto no nos podíamos acoger a esta fórmula.
Si se opta por el alquiler de un vehículo con conductor, a éste hay que pagarle el coste de las dietas más la vuelta a Nairobi.
La otra posibilidad, quizá la más razonable, una vez se ha llegado a Lodwar, es buscar algún vehículo susceptible de ser alquilado. Muy recomendable que sea con conductor y que éste conozca bien toda la región. Así podrá hacer las veces de guía-acompañante, algo muy útil en este territorio donde en muchos casos la pista desaparece y si no conoces la zona puedes tener serios problemas de orientación, es decir que te pierdes.
Como ejemplo ilustrativo, nosotros (nueve personas) alquilamos un pick-up (bastante sencillo) con conductor, el cual nos recogió en el aeropuerto de Lokichokio, nos trasladó a Lodwar, nos paseó por la región durante nueve días, haciendo unos 2.000 km aproximadamente y su coste por persona fue de 93 euros, incluyendo además, dietas y gasolina.
Si se desea hacer algunas visitas por el lago, habrá que desplazarse en barcazas, el precio de las cuales hay que negociar en ese momento con la gente que se encuentre allí.
Moneda
La moneda oficial es la libra keniata (KES) o shilling, su valor en el verano de 2003 era de 78,80 KES x 1 euro.
Es mejor cambiar en Nairobi si se dispone de tiempo. En el Turkana la única opción es hacerlo en alguno de los bancos de Lodwar, pero por experiencia personal, no es aconsejable. Probablemente no tengan efectivo en ese momento y además, los tramites pueden llegar a tardar horas.
Alojamientos
Además de los ya reseñados, Sirikwa Safaris y Kitale Inn en Kitale, fuera de la región, hay que sumar los que podemos encontrarnos en ella, básicamente en Lodwar.
En los pequeños pueblos del sur: Gakong, Lokichor y Loichangamatak, antes de llegar a Lodwar, sólo se pueden encontrar minúsculos y decrépitos hoteles locales, totalmente desaconsejables si no es por pura necesidad.
En Lodwar la oferta ya es mayor, aunque siempre dentro de los parámetros de donde nos encontramos, hoteles o lodges sencillos pero con lo imprescindible para cumplir con su papel.
Igual pasa en las poblaciones de Ile Springs, Kalokol y Kakuma.
En el resto de la región se podrá encontrar algún tipo de alojamiento similar a los mencionados en las poblaciones sureñas y en la mayoría de los casos la acampada es la solución, o bien pedir permiso para acampar en alguna de las innumerables misiones repartidas por la región.
Población
Densidad
En la región del Turkana posee una población aproximada de 230.000 habitantes, con un crecimiento anual del 2,5 %.
La densidad de población es de tres habitantes por kilómetro cuadrado, este dato puede darnos una idea de las grandes distancias que pueden separar a cada una de las familias que habitan la zona.
En la actualidad las proporciones entre sexos son bastante equiparables dado que hay 92 hombres por cada 100 mujeres.
La mortalidad infantil continúa siendo muy alta, sobre todo entre los cero y los cinco años de edad, debido fundamentalmente a la mala alimentación, a la escasez de agua y a las enfermedades derivadas de la falta de higiene. De todas formas, gracias al trabajo médico que se está llevando a cabo en la zona actualmente la cifra de fallecimientos está disminuyendo.
Educación
En la región podemos encontrar actualmente ciento treinta y seis escuelas de primaria, ocho de secundaria y dos escuelas politécnicas, aunque tan sólo un 30 % de la población en edad escolar acude a clase en alguno de estos centros.
Son varias las razones que llevan a los niños a no estar escolarizados; entre las principales se encuentran la falta de medios económicos, con la imposibilidad de los alumnos de costearse los estudios secundarios, y la distancia que hace en muchos casos que sea imposible el desplazamiento -siempre a pie- hasta la escuela más próxima.
En este momento son varios los proyectos de distintas ONG que se vinculan a la mejora de infraestructuras y construyen o rehabilitan escuelas por toda la región, lo que facilita que los pequeños puedan acceder a unos estudios básicos.
Salud
Las enfermedades más comunes entre la población local son las relacionadas con la falta de higiene, vinculadas directamente con una vida y una cultura en ausencia de agua.
Todos los esfuerzos sanitarios que se están desarrollando en la zona se encaminan a concienciar a la población en materia de una mínima salud preventiva.
Hasta el día de hoy ha sido imposible hacerles cambiar de mentalidad con respecto a cómo utilizar el agua. Beben la misma agua de las charcas donde abrevan los animales, lo que implica contagios de diversas enfermedades intestinales que, en muchos casos y de forma especial entre la población infantil, llegan a ser mortales.
Otras de las enfermedades más frecuentes son la extendida malaria y la bilarziasis (esquistosomiasis), aunque ésta se está erradicando en la zona.
Las enfermedades de transmisión sexual, como el SIDA, hasta ahora no habían supuesto un problema grave. Pero la cosa está empezando a cambiar debido al contacto que se produce entre la población rural de la zona y gentes venidas de países vecinos (mercados) que son portadoras de la enfermedad y la están transmitiendo rápidamente.
Etnias
Son varias las etnias que habitan en la región aunque mayoritariamente sus principales habitantes son los turkana.
Otras etnias que están directamente relacionadas con la región son los el-molo, los karamojong, los pokot, los daasenech, los borana o los samburu. Actualmente todas están desplazadas de la zona a raíz de los constantes enfrentamientos con los turkana, los cuales han defendido su territorio expulsándolos fuera de la región.
El-molo
Los el-molo, también llamados fura-pawa, están viviendo en la zona pero se pueden encontrar únicamente al sudeste del lago Turkana, en Elmolo Bay y en alguna de las minúsculas islas que se esparcen dentro del propio lago, con una población aproximada de unos 3.900 individuos.
Su subsistencia está basada prácticamente de forma total en la pesca y en la caza de cocodrilos. Para ello construyen sus balsas con tres troncos de palmera unidos con cuerdas confeccionadas con hojas de palma, muy resistentes en las salinas aguas del lago Turkana.
Mantienen su ancestral cultura y religión, aunque en la actualidad hay una gran influencia del cristianismo en todos ellos.
Viven en casas hechas con materiales que pueden encontrar cerca del lago, anclándolas con pesadas piedras para protegerlas de las fuertes tormentas que tienen lugar en la zona.
A principio del siglo XX perdieron su idioma, adoptando el samburu como lengua diaria, aunque todavía utilizan muchas expresiones de su antigua lengua cushita.
Pokot
Los pokot, también denominados suk, son habitantes de la región aunque están desplazados por los turkana hacia el sur, en dirección a los distritos de Baringo y WestPokot, en pleno valle del Rift.
Están relacionados a numerosos grupos étnicos que habitaban la región, todos ellos agrupados bajo el nombre genérico de kalenjin, con quienes comparten linaje e historia, existiendo dos subgrupos entre los propios pokot.
Su carácter nómada ha permitido que se relacionasen con la mayoría de los pueblos vecinos, adoptando muchas de sus costumbres e incluso llegando a contraer matrimonio con otras comunidades como la turkana o la karamojong.
Un cuarto de la población se dedica a la agricultura (personas del maíz), mientras que el resto se dedica a la ganadería (personas de la vaca).
El ganado se utiliza como moneda de cambio y para hacer valer su riqueza, ya que en muy pocos casos es utilizado como sustento, les es mucho más valioso tenerlo vivo, dado que con él pueden comprar a sus esposas además de utilizarlo para conseguir leche (a partir de la que elaboran mantequilla), cubriendo así una parte importante de sus necesidades alimentarias.
La sociedad pokot está estructurada en “grupos de edad”. Cada miembro pertenece a un grupo de edad dependiendo de cuándo participó en su primera ceremonia de iniciación. Para los hombres tiene lugar entre los quince y veinte años de edad, mientras que para las mujeres ocurre normalmente alrededor de los doce años, una vez que han tenido la primera menstruación.
Después de la iniciación, se permite a las personas jóvenes casarse y empezar a participar en actividades económicas locales.
Cuando un hombre o una mujer alcanza la vejez adquiere el mayor grado de respeto. Las responsabilidades de los ancianos incluyen presidir cualquier ceremonia que tenga lugar, desde la toma de decisiones importantes para la comunidad, hasta las fiestas y ritos religiosos.
Tororot es considerado como la deidad suprema en la religión pokot. Se hacen oraciones y ofrendas a él durante las recolecciones comunales, que conllevan fiestas y bailes. Los adivinos y curanderos juegan un papel importante en el mantenimiento del equilibrio espiritual de la comunidad, utilizando distintas formas de hechizos como protección ante las enfermedades.
Veneran también a otra serie de deidades, como el sol, la luna y un espíritu relacionado con la muerte. Se celebran bailes y fiestas para agradecer a dios la generosidad y abundancia de la comunidad.
Turkana
A día de hoy la única etnia que habita mayoritariamente la región es la de los turkana.
Con una población alrededor de los 380.000 habitantes, también se les conoce con los nombres de ngaturkwana, nigturwana, bume o buma. Diseminados por toda la región (con una extensión de más de 77.000 km2) su localización se extiende hasta algunos países vecinos, por ejemplo, hay turkanas en Etiopía, alrededor del río Omo al sudeste del país.
Su expansión no ha podido ser controlada por la administración y actualmente están repartidos entre los distritos de Marsabit, Isiolo, Laikipia, Baringo, Pokot oriental y Transzoia, un territorio que corresponde al 90 % de la extensión total de Kenia.
Su procedencia se sitúa en las regiones próximas de Uganda y Sudán. Hace aproximadamente unos doscientos cincuenta años que, sin ninguna causa conocida, se trasladaron a su ubicación actual.
Durante este período de tiempo han demostrado un gran poder de adaptación a unas duras condiciones de vida, dejando claro que ellos son los que mandan en su territorio. Esa es la imagen que transmiten hacia el exterior: hábiles en la supervivencia, fuertes y agresivos.
Según una leyenda transmitida de padres a hijos, hace más de doscientos cincuenta años los hombres jóvenes de la etnia jie se adentraron en el valle de Tarash en busca de un buey que se les había extraviado. Allí se encontraron con una anciana jie que estaba recogiendo fruta. Impresionados por las riquezas de la zona, una vez encontrada la res y de vuelta a su aldea, comentaron con otros jóvenes su descubrimiento y decidieron trasladarse e instalarse en aquella zona. Desde entonces, los pueblos jie y turkana son aliados, aunque en la actualidad no quede prácticamente ningún jie en la región.
El pueblo turkana, al contrario que la mayoría de pueblos nómadas de Kenia, tiene unas costumbres muy simple.
Actividad diaria
La actividad de la población comienza con el amanecer y termina a la puesta del sol.
El 70 % de la población se dedica al pastoreo nómada con pequeños rebaños, básicamente compuestos por ganado vacuno, cabras, ovejas, camellos y asnos.
Se vive al día y siempre en función de las lluvias. Si no hay agua, su principal recurso que es el ganado se muere y el problema de la malnutrición se hace más acuciante.
La necesidad de cambiar de ubicación no supone un gran esfuerzo, al menos en cuanto al equipaje se refiere, dado que aparte del ganado y de algunos pequeños taburetes u objetos personales imprescindibles, apenas tienen posesiones que transportar.
Cuando se trasladan desmontan su cabaña y con los mismos palos y ramas vuelven a construirla en la nueva zona elegida en función de su interés.
Los hombres están a cargo de la seguridad física del grupo humano y de los rebaños, mientras que las mujeres se dedican principalmente al abastecimiento del agua necesaria para pasar el día y a la elaboración de productos pecuarios, tales como carne, leche y otros, además de satisfacer las necesidades de la familia.
El 30 % restante de la población realiza labores de pastoreo seminómada o son pequeños agricultores que trabajan las tierras de las riberas de los ríos o tierras cultivables gracias a otras formas de irrigación. Practican una agricultura sencilla basada en sembrar un mijo de crecimiento rápido que se cosecha al final de la época de las lluvias.
Las difíciles condiciones climáticas y la extrema sequedad del terreno impiden el desarrollo de una agricultura variada, aunque a través de alguna ONG se están desarrollando proyectos de viabilidad agrónoma, con mucho éxito, a través de los cuales se pueden crear pequeños huertos regados con el agua extraída con la construcción de pequeños pozos, en donde se podrán cultivar los productos necesarios para subsistir. Asimismo se podrá crear un comercio local con estos productos, los cuales llegan al Turkana actualmente desde Kitale con el consiguiente encarecimiento debido a su transporte.
Los niños suelen ser los que se dedican al pastoreo de los rebaños, en el caso de ser de los muchos que no están escolarizados.
Estas actividades diarias, que tienen ocupada la población, les impide dedicarse a otras tareas que podrían garantizarles un futuro más prometedor. Pero las obligaciones cotidianas no les dejan otra salida.
El ganado es su principal fuente de subsistencia, pero también pasa por ser su único medio de intercambio, utilizándolo como moneda de pago para adquirir otro tipo de productos como grano, tabaco, cuentas, etc.
Forma de vida
Los turkana se dividen en dos grupos: los del bosque, “Nimonia”, y los de las llanuras, “Nocuro”.
Aunque existen veinte clanes distintos (Ategerin), estos no tienen mucha influencia en su organización social y son las comunidades, formadas por los diferentes barrios (Adakar), la base de su organización.
Cada clan tiene sus propias señales de identificación para marcar tanto su ganado como su territorio, a fin de moverse por él con cierta tranquilidad. Aunque normalmente las relaciones entre los distintos clanes son buenas, a menudo se crean conflictos a raíz de la propiedad de los pozos y del ganado.
Las frecuentes bodas entre clanes distintos fomentan la coexistencia de ganado con distintas marcas sin ningún tipo de conflicto.
Los hombres turkana están divididos en dos grupos de edad: los denominados “piedras” (Nimur) y los “leopardos” (Nerisai). Esta división es el eje central de su cultura, ya que se convierte en una especie de clan generacional: si un hombre nace “leopardo”, su hijo será “piedra” y así se alterna sucesivamente.
Este sistema permite que haya tantos jóvenes como ancianos en cada grupo. Son estos últimos los que ejercen el poder, ritual y político, y los que determinan, por ejemplo, una posible acción de ataque a un clan vecino para robar el ganado, así como la composición del grupo de guerreros que va a realizar la infiltración.
Esto es crucial para los hombres que desean casarse y deben pagar su dote con animales, por lo que el robo o la herencia se convierten en la única manera de afrontar tal situación.
Los turkana no tienen jefes o superiores. La influencia política depende de la edad, riqueza, sabiduría y habilidad oratoria. La organización social se basa en los derechos territoriales (derechos de pastos y de agua), parentesco y relaciones de grupos de edad.
Entre los dieciséis y los veinte años de edad los hombres pasan por una ceremonia de iniciación. Como característica principal la etnia turkana es la única que no practica la circuncisión ni en el hombre ni en la mujer.
Durante esta sencilla celebración, donde destaca el sacrificio de un animal, al joven se le coloca en su cabeza el tradicional casquete de arcilla pintado de color ocre y azul; hasta ese momento los colores que lucía en su casquete eran el rojo, amarillo y púrpura.
Hasta no hace demasiado tiempo, un joven adquiría la cualidad de guerrero cuando había matado a un enemigo, acontecimiento que quedaba marcado en su cuerpo mediante una cicatriz en su hombro derecho o en su pecho. Sólo entonces comenzaba a llevar armas y recibía una lanza, algunas otras armas, un taburete que servía como almohada y un par de sandalias.
Los jóvenes deben esperar hasta los diez o quince años para contraer matrimonio. Las muchachas en cambio, se casan algo más tarde, hacia el final de la adolescencia entre los quince y los veinte años de edad.
Los turkana generalmente viven en grupos familiares, y el “awi”, que es como se denomina su vivienda, está construida básicamente de ramas y pieles de los animales, y suele estar dividida en dos cercados separados.
Uno es el “napolon”, que es el cercado principal donde vive el cabeza de familia con la esposa principal. El otro, denominado “abor”, es donde viven las demás esposas con sus hijos, así como los hijos casados.
La entrada principal del hogar se sitúa siempre hacia el este. En el lado izquierdo se ubica la vivienda de día de la esposa principal (“ekal”) y a la derecha la vivienda nocturna (“akai”).
Las familias turkana construyen a menudo sus “awi” junto a los “awi” de otras familias formando barrios, que son las comunidades básicas en la organización social del pueblo turkana. De todas formas procuran mantener cierta intimidad, por lo que aunque estén unos cerca de los otros siempre intentan dejar el espacio suficiente para sentirse más libres e independientes.
La construcción de los “awis” se intenta hacer lo más cerca posible de algún punto de agua: o bien un pozo o bein alguna de las presas artificiales que las ONG han construido por la región; de este modo se garantizan fácilmente este bien escaso. Este hecho provoca que distintas comunidades se vayan concentrando en lugares estratégicos con la consiguiente transformación de su ancestral manera de vivir. Adoptan una forma de vida más sedentaria, siempre que los pastos para los animales de todas las familias sean suficientes para tan gran número de ganado.
Los hombres practican la poligamia siempre que puedan hacer frente al pago de la dote.
Los matrimonios turkana tienen un período de prueba de tres años y no se considera definitivo el matrimonio hasta que el primer hijo comienza a andar.
En esta fecha y para celebrar la unión, se realiza una pequeña fiesta en donde se sacrifica una vaca, cuya sangre se esparce por encima de la novia.
El precio de la novia (pagado por el novio) normalmente consiste en unas veinte cabezas de ganado vacuno, treinta cabras, quince camellos y algunos asnos, procedentes del ganado del novio, de su padre, de sus tíos, o de los compañeros del mismo grupo de edad.
Cuando una mujer se casa, recibe del cabeza de familia una porción de su ganado. Estos rebaños serán heredados después por sus hijos.
Cada esposa construye una vivienda de día y una vivienda nocturna. La esposa ocupa una posición importante en el “awi” y mantiene lazos íntimos con su marido, su padre y hermanos.
A los hijos recién nacidos no se les otorga ningún nombre hasta no haber pasado los meses más críticos de su crecimiento. Dada la gran mortalidad infantil, los padres deciden esperar hasta que están convencidos de que su hijo va a sobrevivir a las duras condiciones de vida del lugar.
Los artículos personales están fabricados con derivados del ganado vacuno: pieles para vestir, esteras, mantas, sandalias, recipientes, bolsas, etc.; los cuernos son empleados como recipientes; el pelo y colas para la decoración y adornos; los huesos como bastones; las tripas para los rituales; y el estiércol como combustible.
Alimentación
La alimentación habitual de los turkana es muy similar a la de los pueblos masai y samburu. Su principal comida la constituye una mezcla de leche de vaca y sangre, a la que a veces se añade harina de mijo.
Consumen también carne de ganado menor (cabras y ovejas) y utilizan la leche de camella para la alimentación de los bebés.
Otro alimento habitual es el “edodo”, una leche en polvo hecha con leche fresca hervida y puesta a secar sobre pieles.
Confeccionan una especie de pasteles a partir de bayas aplastadas mezcladas con sangre.
Las ovejas, cabras y camellos son utilizados como alimento, y los asnos como animales de carga.
Los hombres
En muchos lugares de la región se pueden ver hombres completamente desnudos. Hoy en día el vestido tradicional de los hombres turkana es muy simple, consiste en una sola pieza de tela llevada en forma de falda o bien atada a un hombro, llamada “eoru”. Como calzado, si no van descalzos, utilizan unas sencillas sandalias confeccionadas con el cuero de algún animal, aunque en los mercados de las poblaciones más grandes como Lodwar, se pueden ver confeccionadas con trozos de caucho de viejos neumáticos.
Una vez iniciados, adornan sus cabezas con complicados tocados y cofias de arcilla en forma de casco o moño en el que colocan plumas de aves y abalorios denominados “aceria”. En muchos casos estos casquetes están hechos con un compuesto de pelo, barro y estiércol de vaca, el cual decoran dándole color con tintes naturales, lo que les confiere un aspecto un tanto peculiar y feroz.
Su cuerpo en muchos casos está repleto de cicatrices o escarificacines. Dichas cicatrices, muy extendidas en África, pueden llegar a transmitir mucha información, además de poseer en la mayoría de los casos un significado ritual e indicar su estatus social o las hazañas que ha desarrollado durante su vida.
Los más ancianos todavía muestran el “ekale”, una incisión en el labio inferior, dentro de la cual se introducen trozos de madera o de metal, que quedan a la vista por su parte externa. Esta práctica es muy habitual tanto en hombres como en mujeres de las etnias de los alrededores, su forma más extrema se puede contemplar en los pueblos mursis o surma en Etiopía, o los nuba en Sudán, cuyas mujeres llevan enormes platos labiales hechos de arcilla que se colocan para demostrar su belleza. No obstante, se cree que su práctica empezó durante la época en que los esclavistas se adentraron en la región en busca de esclavos, cuando las mujeres para no ser esclavizadas se mutilaban de esta manera para no parecer bellas ante sus agresores y así conseguir no ser presas. En cualquier caso, esta leyenda no está confirmada por ningún hecho especifico.
Siempre viaja con ellos su inseparable taburete de mano (ekicolong) que utilizan como silla y almohada. Esta pieza es muy habitual en toda el África central y meridional. Son muchos los pueblos en Etiopía, Congo, Ruanda o Uganda que la utilizan. En algunos casos pasan a ser verdaderas obras de arte dependiendo de la pericia de su tallador.
Del taburete prende un pequeño cuchillo, llamado akumwae, o un cuerno de cabra, el cual utilizan de tabaquera. Un largo bastón acabado en una afilada punta (asoogat) forma parte de sus utensilios y no se desprenden de él en ningún momento.
Los guerreros, además, llevan sus armas tradicionales: una lanza de cerca de dos metros de largo (akwara); una especie de bastón o maza (asoogat); unos exclusivos cuchillos circulares en sus muñecas (abarait); unos anillos en forma de ganchos afilados en los dedos de las manos, y un escudo de piel de búfalo, jirafa, o hipopótamo. Estas armas las utilizan para la defensa de su ganado y de sus propiedades, así como contra los animales salvajes y otros pueblos vecinos.
Los guerreros se realizan una serie de cicatrices en los brazos, llamadas escarificaciones, para indicar a cuántas víctimas han herido y en el caso de que hayan llegado a matar a algún enemigo se colocan plumas blancas de avestruz en la cabeza, dando a entender su valor como guerrero a todo aquel que se cruce con él.
Tradicionalmente han considerado como enemigos a todos los pueblos vecinos salvo al pueblo jie con el que viven en total armonía, aunque son muy pocos los que se pueden encontrar hoy en día por la región.
Esta enemistad proviene de la forma en que los turkana, hasta mediados del siglo XX, agrandaban sus rebaños y que no era otra que hacerlo mediante el robo del ganado a los pueblos vecinos. Por este motivo siempre han estado enfrentados con todos ellos. Hoy en día todavía se mantiene esta rivalidad, que se hace mucho más evidente cuanto más al norte nos acercamos. En esta parte de la región, el número de individuos turkana desciende ostensiblemente y los pocos que se pueden ver viven agrupados en varios “awis” al tiempo que llevan armas de fuego para garantizar una mayor protección, situación que no se puede ver por el resto de la región.
Son unos excelente artesanos, expertos en trabajar el hierro, la piel, la madera o el hueso de distintos animales.
Las mujeres
Como en las mujeres de toda Áfica, el hecho de pintarse el rostro, adornarse con collares o lucir escarificaciones es algo más que una forma de coquetería.
Los adornos corporales siempre tienen un sentido y normalmente transmiten una gran información para quien conoce su significado.
De este modo se puede determinar a que etnia se pertenece, el estado civil, el nacimiento de un primogénito, el pase entre la infancia y la edad adulta, etc. En algunos casos simplemente son una puesta en escena meramente ritual.
Las mujeres turkana destacan por su peculiar y característica imagen. En un mundo donde las necesidades son totales y donde su vida pasa por situaciones absolutamente extremas, sorprende su preocupación por cuidar su aspecto. Cubren su cuerpo de distintos abalorios con el objetivo de sentirse más guapas y atractivas ante los hombres y mantienen una actitud extremadamente coqueta.
Su cabeza rapada, en la que dejan solamente una pequeña cresta central adornada con trenzas, les confiere un característico estilo que resalta todavía más por la gran cantidad de cuentas de colores que llevan alrededor de sus cuellos, junto con un collar de aluminio o latón llamado “alagam”.
De las orejas, en muchos casos multiperforadas, cuelgan simples pendientes de latón o cuentas de colores (ngamaritoi) y al igual que ocurre en los hombres, a veces también su labio está perforado para lucir una especie de piercing hecho con madera o metal (apiat).
Tanto los antebrazos como las muñecas y los tobillos están decorados con innumerables pulseras de latón.
Su vestimenta es muy simple. Formada únicamente por una pequeña falda hecha con cuero, adornada con trozos de metal, cáscaras de huevos o cauris (adwel) y rematada con un colorido cinturón hecho con cuentas de colores y cuero (aruba).
Sus pechos, en la mayoría de ellas, están protegidos por unos pectorales hechos de cuero muy decorados con cuentas de colores y cauris (ikapet), y de calzado usan unas simples sandalias hechas de cuero.
Religión
La mayoría del pueblo turkana mantiene su religión tradicional. Los turkana creen en un dios: Kuj, asociado con el cielo y que es el creador de todas las cosas.
Esta divinidad no tiene apenas influencia en la vida de los turkana y sólo se recurre a él en tiempos de necesidad.
Tienen médicos-adivinos que cuentan con cierto carácter religioso y cuyas funciones más importantes son predecir la victoria en las guerras, ayudar en problemas de salud o remediar la esterilidad.
Si un varón o una mujer son encontrados culpables de brujería o hechicería serán castigados con la muerte.
Actualmente son muchos los que se están convirtiendo a la religión católica, dado el gran número de misioneros que se encuentra repartidos por la región, los cuales aparte de ayudarles a mejorar su calidad de vida, también les introducen por el camino que ellos creen que es el más adecuado.
El lago Turkana
En 1888, el conde austriaco Teleki von Szek fue el primer occidental en llegar a este gigantesco mar interno, al que en su día bautizo como lago Rodolfo. Resultó ser el lago rodeado de desierto más grande del mundo, con una superficie total de 6.475 km2, una longitud de 250 km y una anchura de 55 km.
La mayoría de sus aguas se encuentran en territorio de Kenia, aunque por el norte se adentra en Etiopía. Hay que señalar que año tras año esta porción de aguas etíopes está retrocediendo a causa de las continuas sequías.
En este entorno árido, aparece como una gran cicatriz hecha profundamente en la tierra, rellena con una brillante agua azul turquesa que contrasta con la ennegrecida tierra volcánica del paisaje que le rodea. Por eso se le conoce también con el nombre más literario de “mar de jade”, debido al color de sus aguas.
Había sido el hábitat de innumerables especies animales y llegó a convertirse en la zona con la mayor colonia de cocodrilos del mundo; aparte de este reptil, infinidad de mamíferos y millares de especies de aves habitaban el lugar.
Hoy, debido a la caza indiscriminada y a la necesidad vital de sus habitantes, estos han pasado a ser una minoría en todas las especies y en algunos casos incluso han desaparecido completamente.
Sus aguas, ricas en sodio, están alimentadas por el río Omo en el norte y por los ríos Turwel y Kerio en el sur. Aunque no tiene salida el nivel del agua del lago se mantiene gracias a la evaporación producida por las altas temperaturas de la región; este proceso acelera la salinización del agua.
En la orilla occidental del lago habitan los turkana; en la parte sur los pokot, y en las orillas orientales la mayoría son de la etnia geleb, procedentes de Etiopía, todos ellos dedicados plenamente a la pesca de la tilapia o la perca del Nilo, las dos grandes especies que abundan en sus aguas. Aparte de ser el principal sustento de las familias, también son comercializadas en los mercados de Nairobi gracias a las cooperativas de pescadores que se están constituyendo para sacar mayor provecho a su duro trabajo.
Lodwar
Durante los años ochenta se convirtió en la ciudad administrativa y capital del distrito del Turkana.
Bañada por las escasas aguas del río Turkwel, Lodwar es la única ciudad en el noroeste de Kenia. Sus calles calientes y polvorientas, dada la poca lluvia recibida habitualmente, son un constante fluir de las gentes de la región. Una ciudad en donde sus más de 50.000 habitantes malviven por sus calles, en las que se mezclan culturas de todo el mundo.
Lodwar se convierte en el pulmón económico de la zona. Su mercado distribuye los bienes preciados y necesarios para subsistir, los cuales llegan en grandes camiones venidos del resto del país, principalmente de Nairobi y Kitale.
Un gran número de misioneros venidos de todo el mundo la utilizan como centro neurálgico para sus trabajos solidarios y religiosos, a la vez que infinidad de espabilados comerciantes asiáticos o africanos, llegados de países con más visión comercial, se han implantado en este lugar para ofrecer sus productos. Asimismo, algunos viajeros quedaron prendados de la nada de este lugar y aquí, o en sus alrededores, fijaron su nueva forma de vida.
Es el centro de todas las exportaciones de la región, sobre todo de la pesca del lago, lo que genera un constante ir y venir de camiones. También se convierte en parada obligatoria para repostar y descansar, para todo aquel que quiera seguir su camino hacia el norte, dirección a Sudán o a Uganda por la bien asfaltada carretera financiada por las Naciones Unidas.
Francamente, no hay nada de interés en esta ciudad ruidosa, sólo el bullicio del mercado puede hacer que el visitante se sienta atraído por el movimiento de sus gentes.
Aun así, la ciudad dispone de un gran número de hoteles y restaurantes, con la posibilidad de escoger el que se adapte más al presupuesto de cada uno.
Como sugerencia, mencionamos el Nawoitorong lodge, un lugar sencillo, limpio y económico, regentado por una asociación de mujeres del lugar, llamada Nawoitorong (triángulo de acacias) que con sus propias manos, han levantado el lugar y lo están gestionando de una manera bastante aceptable. Susana es quien controla la recepción con muy buen criterio. La comida en este lugar, aunque es preferible pedirla con antelación, es francamente exquisita y abundante.
Dispone de unas cincuenta camas repartidas en distintas habitaciones, algunas de ellas situadas en unos agradables bungalows, con baño en su interior, a un precio de siete euros por noche con desayuno incluido.
Lodwar también es el centro escolar de la región, infinidad de pequeños están acogidos en los colegios que hay repartidos por la ciudad. Actualmente nuestra organización, Viajeros sin Fronteras, está financiando la construcción de una escuela para ochocientos niños en el conflictivo barrio de Kawalasse.
En el centro de Lodwar se concentran los servicios indispensables para el buen funcionamiento de la ciudad: un dispensario, un hospital, un banco (al que si es preciso recurrir a él, es básico aprovisionarse de paciencia y disponer de tiempo para hacer las gestiones necesarias), la central de policía, una pequeña prisión a pie de calle, una gasolinera y un supermercado en donde encontrar los suministros necesarios si se desea seguir el viaje hacia el norte.
Alrededores de Lodwar
Eliye Springs
Es una pequeña población de pescadores situada a orillas del lago Turkana a tan sólo 60 km de Lodwar, a través de unos 50 km de carretera bien asfaltada. En un punto se tuerce a la derecha y se toma una pista en bastante mal estado que llega hasta la misma orilla del lago.
Un lugar que respira tranquilidad y sosiego, pequeñas dunas y palmeras que descienden hasta la misma playa de arena blanca en donde grupos de pescadores se agolpan en sus aguas, reparando los útiles de pesca utilizados durante la jornada anterior.
Las mujeres se concentran bajo la sombra de las palmeras y acacias e intentan vendernos sus artículos de cestería, confeccionados con gran maestría con hojas de palma trenzada.
Este tipo de artesanía es muy tradicional en la zona. En la actualidad se está intentado mejorar los diseños de los dibujos a través de estudiantes de arte de la universidad de Nairobi, desplazados a la zona con el único fin de enseñar nuevas tendencias de decoración al colectivo femenino, y conseguir así una mayor variedad de artículos. A través de las cooperativas formadas para este fin, pueden exportar estos productos a países europeos, con el consiguiente beneficio económico para la población local.
Poco hay que ver en este lugar, aunque a nuestra llegada nos deja ver las reminiscencias de lo que fue un campamento-lodge, propiedad de un alemán, que en la actualidad se encuentra prácticamente derruido. No obstante, hay un plan de acción para volverlo a reflotar y poder así albergar a todo viajero que desee pararse en este bonito lugar, para pasar unos días de relax y disfrutar de un buen baño en las cálidas y saladas aguas del lago Turkana.
Es toda una experiencia acampar bajo este palmeral y poder disfrutar por la noche de un cielo espectacular en el que parece que no quepa ni una sola estrella más.
Desde Eliye Springs se puede alquilar un bote de pescadores y alcanzar la cercana isla que forma el actual Parque Nacional de la Isla Central, a tan sólo una hora de trayecto.
Kalokol
En pleno golfo de Ferguson, Kalokol es la única población a orillas del lago a la que se puede acceder fácilmente desde Lodwar. Del mismo modo que Eliye Springs, la distancia desde Lodwar es de unos 60 km, pero en este caso son todos de buena carretera asfaltada.
Conocida antiguamente como Lokwar Kangole, es una pequeña villa de pescadores en la que se calcula que la población permanente es de unas seiscientas personas.
Varios matatus hacen el trayecto diario desde Lodwar y viceversa.
Hay poco que visitar en Kalokol aparte de pasear por su calle principal en donde podremos sentarnos en algunos de sus bares a tomar una cerveza fría. Sin duda que el principal atractivo de la ciudad es disfrutar de unos días de playa a orillas del lago.
Es un buen lugar para poder comprar artesanía local de los turkana: cestería, cuchillos circulares, collares de cuentas, colmillos de cocodrilo, etc.
Desde hace poco se han abierto algunos establecimientos de suministros en donde podremos encontrar agua embotellada y algo de comida envasada.
En la propia población sólo hay un alojamiento muy básico, el hotel Kalokol, donde se puede dormir y comer a un precio realmente local.
La otra opción, que fue la utilizada por nosotros el día de nuestra llegada puesto que las barcas dejan de funcionar al atardecer, fue la de acampar dentro de una misión después de pedir el consiguiente permiso. Nos dejaron un espacio en donde plantar nuestras tiendas y además de disfrutar de su amabilidad, nos permitieron utilizar sus baños y duchas con agua limpia y fresca sacada de un pozo dentro mismo del recinto.
A unos kilómetros del lago hay un establecimiento que, aunque es sencillo, disfruta de una muy buena situación y mejores condiciones. Se trata del Fishing Lodge, cuyos propietarios, de origen holandés, han dejado la dirección del establecimiento en manos de unos jóvenes locales que amablemente te reciben a tu llegada.
El único inconveniente es que para llegar al Fishing has de desplazarte en barca y aquí se complica la situación.
No considerar la idea de negociar con nadie en la propia población porque los precios serán abusivos. Lo idóneo es desplazarse hasta la orilla del lago, a unos 4 km de Kalokol, y hablar con alguno de los pescadores para que accedan a llevaros hasta la otra punta del golfo, donde se ubica el lodge. El trayecto puede durar una media hora. Aún así, el coste de la barca resulta bastante caro y dado que desde este lugar es más fácil llegar hasta la isla Central para visitarla, es conveniente negociar todo el paquete: el de ida, la excursión a la isla y la vuelta a Kalokol. Como orientación, el coste de la barca para todos estos trayectos fue de ciento veinte euros por las nueve personas que viajábamos.
Ubicado en la cima de una duna, el lodge se halla en un entorno encantador, al lado mismo de una larga playa en donde transcurre la vida cotidiana de un gran número de pescadores. Unos sencillos bungalows serán durante unos días nuestro lugar de refugio nocturno, dado que como en toda la región, por la noche el viento sopla con muchísima fuerza, levantando y filtrando la suave arena que envuelve el lugar por todos los rincones. Un generador proporciona la energía suficiente para disponer de bebidas frescas así como para dar luz hasta una hora determinada de la noche. Unos bidones llenos de agua dejados en la puerta de cada bungalow por un anciano turkana, que él mismo se ha nombrado “boy room”, serán los que deberemos utilizar para nuestra higiene personal.
Parque Nacional de la isla Central
A partir de 1983 la isla Central se convirtió en Parque Nacional, cuya entrada cuesta doce euros por persona.
Está situada justo en medio de las poblaciones de Eliye Springs y Kalokol, a unos cuarenta y cinco minutos en barca de cualquiera de estas poblaciones. Desde la orilla oriental se halla frente al Parque Nacional de Sibiloi.
Con una superficie de 5 km2, la isla es de carácter volcánico. Por algunas de las fumarolas que existen en el cráter todavía hay emisiones de gases sulfurosos. En época de emanación esto permite disfrutar por la noche de algo parecido a un resplandor espectral, un espectáculo curioso.
Es un vestigio de los movimientos tectónicos de la zona y forma parte de la extensa falla del valle del Rift, que se extiende desde el mar Rojo hasta Mozambique, a través de toda África de norte a sur y que se remonta a más de un millón de años.
La isla está deshabitada y es conocida por el gran número de cocodrilos que se encuentran, al igual que en todo el lago, en donde se calcula que la población de estos asciende a unos diez mil ejemplares, aunque realmente es difícil llegar a verles. Asimismo es el hábitat de gran número de aves como los flamencos y de diversas especies de serpientes.
Hay dos cráteres en la actualidad repletos de aguas turquesas, que se pueden divisar con total claridad ascendiendo al filo del cráter.
Dispone de un lugar de acampada en donde los amantes de la naturaleza y de los animales pueden disfrutar de la fauna local en todo su esplendor, en un entorno muy singular.
El norte de la región
Lokichokio
Situada en la parte más noroeste de la región, Lokichokio se halla en plena zona fronteriza con Sudán y Uganda. Este hecho la convierte en un lugar conflictivo, dada la situación actual de inseguridad tanto en el sur de Sudán como en el norte de Uganda, en donde la guerrilla y los bandidos campan a sus anchas.
De todas maneras es uno de los puntos principales de entrada a la región en el caso de llegar por vía aérea desde el aeropuerto de Wilson en Nairobi.
La llegada a su aeropuerto sorprende por el gran número de enormes aviones de la ONU que están aparcados en sus pistas. En realidad se utilizan para el suministro de material de ayuda humanitaria en la zona del sur del Sudán, convirtiéndose así en un aeródromo prácticamente humanitario.
También es el punto de entrada hacia los países vecinos de los grandes camiones cargados de ayuda humanitaria, que atraviesan todo Kenia hasta aquí. Cuando llegan, alrededor de los camiones se concentra mucha gente ávida de cualquier cosa que pueda mejorar su calidad de vida, aunque sea tan sólo para afrontar un presente muy inmediato de manera más digna.
Un pequeño número de cabañas hechas con todo tipo de materiales, da al lugar un aspecto triste y deteriorado, pero es que las vidas de las personas que habitan en esta población son francamente tristes y deterioradas como el aspecto de sus casas.
Desde 1996 no se recomienda hacer el trayecto de salida de Lokichokio en solitario y hacerlo siempre en convoyes, debido a los bandidos armados que han causado más de un altercado por la zona con resultados fatales. Se han llegado a producir actos de este tipo a tan sólo 7 km de Lodwar.
Aunque nosotros viajamos en solitario, hicimos caso de la recomendación de tratar de llegar a nuestro destino antes de las 15,00 h, dado que los intentos de pillaje suelen suceder por la tarde, más bien al atardecer.
Es un lugar de un entorno árido y rocoso en donde los contenedores de acero de la carga de los camiones se alinean desde cualquier punto hasta la misma salida de la ciudad.
Una población singular deambula constantemente por este lugar: ásperos hombres de negocios, turkana locales, trabajadores ojerosos y cansados, doctores europeos, pilotos, enfermeras, misioneros, etc. Dispone de un hospital para los refugiados que huyen de la actual guerra civil de Sudán.
Lokichokio también es un lugar de suministro de material bélico para la lucha armada en Sudán, por lo que hay distintos establecimientos que dan su apoyo a esta causa en los que se puede encontrar desde fusiles AK-47, o munición, hasta granadas, todo a la venta.
No hay ningún tipo de comodidad para el viajero, por lo que es mejor dejar este lugar y dirigirse hacia el sur hacia Lodwar, situada a unos 250 km de buena carretera asfaltada por la ONU. A mitad de camino, a unos 108 km, se encuentra el campo de refugiados de Kakuma.
Kakuma
El campo del refugiado de Kakuma fue construido para proteger y albergar a los “muchachos perdidos” huidos de Sudán durante 1992.
Desde entonces ha crecido rápidamente y sirve de recogimiento a una diversa población de refugiados: sudaneses, somalíes, etíopes, ugandeses, ruandeses y congoleños. En la actualidad tiene una población censada en más de seiscientas mil personas.
El campo, situado en un entorno hostil, surge de la nada para llenar un enorme espacio de terreno repleto de casas con techumbre de uralita que se divisan desde muchos kilómetros gracias al intenso sol del lugar reflejado en ellas.
Se ha convertido en una gran ciudad gestionada por distintas organizaciones humanitarias que mantienen a toda su población aportándoles unas condiciones de vida mínimamente aceptables. El lugar no deja de ser altamente conflictivo, debido sobre todo a la variedad de su población y a las extremas vivencias personales de la mayoría de sus habitantes. Por lo tanto, aunque está permitida la entrada, después de tramitar un permiso con la policía situada en la entrada, es mucho mejor pedir la escolta de ésta para adentrarse y conocer el lugar.
Existe la posibilidad de parar y entrar a pernoctar en alguno de los hoteles construidos en su interior así como comer en alguno de sus restaurantes, casi todos ellos propiedad de etíopes que se aprovechan de sus grandes dotes de comerciantes para iniciarse en este tipo de establecimientos.
Nuestra experiencia en la zona nordeste
Al salir desde Kakuma hacia el nordeste las condiciones del viaje se complican. A partir de este punto es imprescindible hacerse con los servicios de un buen guía local que conozca la zona. Las pistas son francamente indescifrables y en muchos casos inexistentes, por lo que la mejor salida para desplazarse de un lugar a otro la ofrecen los cursos de los ríos secos.
Es recomendable disponer de un buen vehículo 4×4, aunque no es imprescindible. En nuestro caso nos movíamos con un viejo pick-up y todavía hoy se me remueven los riñones de tanto pedregal.
Las pequeñas aldeas o awis aparecen ante nuestros ojos según nos vamos adentrando hacia el interior. El aspecto de la región varía y cada vez se va convirtiendo en un lugar más inhóspito, árido y caluroso, en donde durante muchos kilómetros nuestra única visión es la de la abundante nube de polvo que envuelve nuestro vehículo por los cuatro costados, lo que en algún momento llega a ser francamente insoportable.
Nuestro objetivo principal durante el trayecto es conocer los proyectos desarrollados desde nuestra organización, los cuales se componen de pozos y presas de agua. Por este motivo nos adentramos en lugares remotos como Nabwell, el curso de un río pedregoso que nos lleva hasta una de las presas construidas.
Un lugar de una increíble belleza por su simplicidad. Un cañón de piedra gris nos lleva hasta el punto en donde se encuentran las aguas acumuladas por la lluvia, gracias a la presa. Un buen baño en ellas nos vuelven a recargar de la energía que habíamos perdido durante el duro camino.
Acampamos en un lugar próximo en pleno curso del río, al lado de un antiguo pozo seco, teniendo muy en cuenta el gran número de arácnidos, escorpiones y serpientes que abundan en el lugar; esto nos obliga a estar muy alerta durante toda la cena.
Una vez dentro de las tiendas, el habitual fuerte viento de la zona empieza a activarse hasta límites insólitos, haciendo que toda la fina arena acumulada en el cauce del río flote y se traslade violentamente por encima de nosotros, por lo que resulta difícil conciliar el sueño. El sol despunta muy temprano y nos hace tomar conciencia de que estamos absolutamente recubiertos de arena por todas partes. Algunas familias de turkanas vienen a visitarnos, intrigados por conocer qué nos ha llevado hasta su territorio. Nuestro guía les comenta el por qué de nuestra visita, aunque por su actitud no parecen demasiado satisfechos. Son gente muy desconfiada por lo que transmiten una actitud poco amigable hacia quien accede a su territorio.
Seguimos nuestra ruta y después de varias horas de camino llegamos a la población de Kaikworr, un lugar en donde también habíamos construido un pozo en beneficio de la gente del lugar.
Es una población mayor donde un gran número de turkanas se ha establecido en su derredor arropados por el agua existente, lo que hace que se sedentaricen y pasen a formar colectivos mayores de población.
Es un lugar en donde se puede dormir en unas sencillas habitaciones habilitadas en una misión católica o bien acampar dentro de su recinto, muy amablemente invitados por un misionero keniata que es quien dirige actualmente la misión. Además nos ofreció unos vasos de agua fresca y un buen manojo de plátanos para recuperarnos del duro camino.
Kaikworr es un lugar llano con una numerosa población que le otorga un carácter distinto a todo lo visto hasta el momento por esta zona. Aquí se concentra un gran número de niños venidos desde lejos para poder asistir a la escuela ubicada en la población.
La gente es algo más abierta que en las zonas más alejadas, pero seguimos detectando que los turkana son gente muy altiva sin demasiado interés por entablar ningún tipo de contacto. En general todo cambia cuando pasas un buen rato en un lugar y la gente empieza a acostumbrase a tu presencia, entonces continúan su vida indiferentes a ti con lo que es mucho más fácil entablar una relación con ellos.
Con la salida del sol, emprendemos nuestra ruta dirección a la frontera con Sudán. El trayecto es realmente largo, ya no en distancia si no en las más de siete horas que se tarda en recorrer unos 60 km. La pista cada vez se hace más dificultosa, mientras vamos parando en sitios como Minimatato (lugar entre tres montañas), una pequeña aldea donde los turkana mantienen su forma de vida sin que parezca que haya pasado el tiempo.
La actividad volcánica del subsuelo y la aridez extrema del terreno dan paso de repente a un prado totalmente verde. Nos encontramos en Koyasa. Parece un espejismo ante nuestros ojos. Esta situación se debe al fluir de las aguas termales del interior de la tierra, ocasionando que alrededor de ellas brote una vegetación de un verde impresionante que contrasta con el monótono color pardusco de la zona y que es convenientemente aprovechado por cientos de reses que pastan a sus anchas en tan singular vergel.
Tal como vamos llegando más al norte, la población parece desaparecer, sólo pequeñas aldeas como las de Kokuro o Liwan se cruzan en nuestro camino. Luego durante horas no se ve nada ni nadie. Es como si la tierra se lo hubiera tragado todo sin dejar ningún rastro. Sólo el vuelo de innumerables especies de aves, pequeños roedores que se cruzan a nuestro paso y un paisaje repleto de altos e innumerables termiteros que sobrepasan en altura a todo signo de vegetación, rompen la monotonía del paisaje.
Una vez traspasadas las montañas Lorionetom (1.762 m), la población vuelve a surgir llegando a nuestro próximo destino: Kibbish. Un lugar fronterizo, altamente conflictivo tanto por los propios turkanas como por las tribus cercanas de Sudán y Etiopía.
Aquí, la población turkana se agrupa en aldeas mucho mayores con el único motivo de protegerse. Todos los hombres llevan colgado del hombro un viejo Kalashnikov, al igual que sus vecinos etíopes, lo que produce una real y desagradable sensación de inseguridad.
Kibbish es un punto en el mapa, perdido en la inmensidad del planeta, rodeado de nada y en ningún sitio. No merece la pena llegar hasta aquí a menos que sea imprescindible pasar a través de esta población si el destino es Etiopía o Sudán.
La mayoría de sus habitantes son militares fronterizos. El ambiente que se respira a última hora de la tarde, momento de nuestra llegada, es algo espeso con hombres por todas partes, la mayoría uniformados, y con altas dosis de alcohol corriendo por sus venas.
No hay ningún lugar en donde hospedarse por lo que nos dirigimos al cuartel de la policía para pedir permiso para acampar en sus instalaciones. Un amable y ebrio sargento complació nuestra demanda dejándonos una casa desocupada que ordenó limpiar para que la pudiésemos ocupar con la máxima higiene. Finalmente y debido a la alta temperatura en su interior, decidimos montar nuestras tiendas en el exterior. De repente, millares de murciélagos salidos de las techumbres de las casas del cuartel, revolotearon todos en el mismo instante sobre nuestras cabezas ocultando el poco sol que todavía nos quedaba antes de finalizar la jornada.
A primera hora de la mañana salíamos de nuevo, volviendo sobre nuestros pasos, por el mismo lugar por el que habíamos venido: hasta Lomuru Itae y hasta Kaleri, un punto de descanso en el camino donde un pequeño establecimiento con una rústica nevera puede ofrecernos un poco de descanso y algo de bebida medianamente fresca.
Los turkana que encontramos aquí son muy distintos de los que hemos visto hasta este momento, sobre todo en cuanto a su comportamiento. Están encima de nosotros solicitándonos algo de comida durante todo el tiempo. Fue una situación verdaderamente frustrante, ya que nos era imposible asistir a nadie en ese aspecto dada la escasa comida que llevábamos hasta para nosotros mismos. De hecho, haber dejado nuestras provisiones allí tampoco hubiera sido ninguna solución, dado que por una parte no hubiera cubierto la necesidad prácticamente de nadie, y por otra se hubiera creado un conflicto serio por hacerse con el “botín”.
Es en casos como este cuando tomas conciencia de la gran necesidad que se da en ciertas partes del mundo para simplemente poder subsistir y lo poco que la gente como nosotros puede hacer para dar con la solución. Es una situación que los países ricos deberían analizar con el corazón, afrontarla de una vez por todas y dar una solución inmediata a este gran problema.
Desde este punto, partimos con dirección sudeste hasta la población de Lockitaung en donde paramos para hacer un descanso en el camino y aplacar el hambre acumulada. Es una población del mismo nivel que la ya visitada Kaikworr, donde la concentración de población es más alta de lo normal y donde disponen de unos servicios mínimos de sanidad y escolarización.
Esta población es famosa por haber albergado en la prisión que hay a las afueras al antiguo presidente de Kenia, Keniata, el cual estuvo preso en este lugar durante más de tres años.
Después de Lockitaung nos dirigimos hacia el norte de lago Turkana. Para ello, la manera más rápida es hacerlo recorriendo el curso de un río seco que a través de varias decenas de kilómetros nos trasladará hasta las aguas del lago, recorriendo unos parajes totalmente vírgenes en donde se puede apreciar la forma de vida de los pastores turkana en sus quehaceres diarios, atravesando un valle formado entre las montañas Lapurr y Murua Rith.
Al tiempo que nos vamos acercando a las orillas del lago, el paisaje montañoso y abrupto se va suavizando hasta convertirse en una planicie inmensa y estéril de vegetación, en donde sólo algunas palmeras rompen en el horizonte dibujándose ante un cielo muy azul. Nuestra llegada a esta zona la realizamos a través de la población de Koarinak, frente al Parque Nacional de Sibiloi, en la otra orilla del lago.
Todas las poblaciones costeras son aldeas mucho más pobladas en donde la pesca es la actividad habitual de sus habitantes. Es frecuente ver en las orillas a las familias revisando los útiles de pesca o limpiando el pescado capturado durante la última batida de pesca.
Pequeñas aldeas como Nariokotome, Nachokoi, Lomekoi o la ya más lejana Kataboi, serán los únicos puntos en donde se puede admirar la vida cotidiana del pueblo turkana.
Después de unos 120 km de calurosa pista bordeando la orilla de lago, llegamos a las poblaciones anteriormente descritas de Kalokol y a la un poco más alejada Eliye Springs que unirán nuestro recorrido con Lodwar, punto de inicio y fin de nuestro recorrido por esta fascinante región.
Turkana Oriental
La parte oriental del Turkana tiene un acceso mucho más complicado. A esta zona se puede llegar o bien desde la frontera con Etiopía por su parte norte, o por su parte sur a través de las poblaciones de Maralal o Marsabit en pleno territorio Samburu.
El extenso valle de Suguta en el sur hace de división natural entre ambas partes del Turkana.
Aquí podemos adentrarnos y visitar antes de nuestra llegada al Turkana, los Parques Nacionales de Maralal o Marsabit, dependiendo de cual sea nuestro acceso a la zona, disponiendo de lugares de acampada y lodges en donde poder hospedarnos en cualquiera de las dos opciones.
Llegando hasta las orillas del lago nos encontramos en Loiyangalani, centro principal de esta zona del sur turkana, situado frente al Parque Nacional de la isla Sur en plena bahía de El Molo y rodeada por las montañas Kulal.
Ésta es la capital de la etnia el-molo, población de pescadores y una de las razas más pequeñas de Kenia en cuanto a población se refiere. Es fácil poder alquilar una pequeña embarcación para recorrer las pequeñas aldeas costeras o adentrarnos a conocer la fauna de la isla Sur.
Nuestro acceso hacia el norte es verdaderamente complicado, desapareciendo prácticamente cualquier vestigio de pista o camino, por lo que es recomendable no adentrase en él si no se va debidamente equipado o acompañado de un buen guía conocedor de la zona.
Para acceder hasta el Parque Nacional de Sibiloi en el norte, antes deberemos atravesar los pequeños desiertos de Koroli y Chalbi en la región de Marsabit.
Una vez en Sibiloi nos encontraremos ante 1.600 km2 de un espacio con una exuberante vegetación en donde las cebras, jirafas, topis, avestruces, hipopótamos o leones y leopardos ocasionalmente conviven con las gente de las etnias geleb y dasanech, venidas del sur de Etiopía.
Esta zona es la denominada cuna de la humanidad, siendo un lugar francamente importante en este aspecto a causa de los grandes descubrimientos paleontológicos hechos en este lugar, como el que realizó Richard Leakey, quien encontró distintos cráneos del denominado Homo habilis, con más de dos millones de años de antigüedad.
Parque Nacional de Masarbit
Situado en el distrito de Marsabit y declarado Parque Nacional en 1940, el Marsabit tiene una extensión de 360 km2.
Para llegar hasta el Parque deberemos tomar la carretera Trans-East-African desde la población de Isiolo y atravesar el desierto de Kaiusut y la Reserva Nacional de Losai en el sur.
En su interior encontraremos el Marsabit Lodge, un sencillo lugar en donde podernos alojar o bien acampar en cualquier lugar recomendado por los vigilantes.
En pleno centro del Parque nos encontraremos con el lago Paraíso, un lugar encantador rodeado por la espesa vegetación del bosque de Marsabit.
Desde la cima del monte Marsabit (1.707 m), a orillas del lago tendremos una visión clara y espectacular de la región. En el Parque abundan distintas especies animales entre las que destaca un gran número de elefantes.
Recomendación al sur del Turkana
Parque Nacional monte Elgon
A caballo entre Kenia y Uganda, declarado Parque Nacional en 1968, el Parque Nacional monte Elgon discurre a lo largo de una extensión de 169 km2.
Es un lugar singular y sorprendente viniendo de la árida zona del Turkana. Un paisaje con grandes y verdes bosques, con un clima lluvioso y frío, dada su altitud que en su punto máximo en Koitobos es de 4.200 m.
Dispone de cuatro extensas y espectaculares cuevas que pueden ser visitadas: Ngwarisha, Makinyen, Chepnyali y Kitum. Son lugares utilizados para la celebración de antiguas ceremonias tribales.
En el Parque abunda una gran cantidad de fauna, entre la que podemos encontrar elefantes, búfalos, leopardos, distintas especies de monos, cerdos gigantes, waterbucks, infinitas variedades de antílopes y más de doscientas cincuenta especies de aves.
La próxima y populosa ciudad de Kitale ofrece al visitante cualquier posibilidad de hospedaje, recomendando como mencionamos en un capítulo anterior el Sirikwa Safaris, un excelente lugar.
Conclusiones
Nos hemos adentrado en un lugar inmerso en nuestro mundo y hemos convivido con sus habitantes, los turkana, gente que no deja indiferente a quien la conoce y la acepta.
Éramos conscientes de adónde íbamos y de lo que nos íbamos a encontrar pero, aun así, es un lugar que tal como lo vas conociendo con más intensidad lo vas aceptando y queriendo. Estamos convencidos de que las vivencias obtenidas durante nuestra corta pero intensa estancia en estas tierras van a convertirse en uno de nuestros mayores e imborrables recuerdos de nuestra experiencia como viajeros.
Por este motivo deseamos e invitamos a todo viajero, ansioso por obtener nuevas y más intensas y gratificantes vivencias, no dude en adentrarse en este recóndito lugar apartado de todos y de todo. Realmente merece la pena su visita.
Deseamos que con la exposición de nuestras vivencias podamos ayudar a todo aquel que haya decidido visitar esta región, aportándole una información concisa y fidedigna sobre cómo, cuándo y dónde es mejor visitar esta zona.
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