93 411 83 73

HORAS CONCERTADAS LUNES A VIERNES DE 10h a 18h

Blog de viajes

Ngorongoro El edén en el cráter del volcán

12 Abr 10    Cuadernos de viajes    Tarannà    Sin comentarios

Esta caldera tanzana de 20 kilómetros de diámetro y paisaje sobrecogedor es un hervidero de vida. Leones, guepardos, elefantes, rinocerontes, hipopótamos, avestruces y grandes manadas de herbívoros la convierten en una de las zonas de observación de fauna más importantes de África

POR MIGUEL ÁNGEL BARROSO

Ngorongoro es un término masai que se refiere al ruido que hace el cencerro de las vacas. Un nombre bastante prosaico para bautizar un lugar asombroso desde el punto de vista paisajístico y faunístico, surgido hace millones de años tras el derrumbe de un gigantesco volcán y que se ha convertido en uno de los grandes iconos de África. Pero no es la geología, sino el hombre, quien etiqueta los lugares, y fueron los pastores nómadas que crían ganado en las tierras altas tanzanas los que decidieron que esta caldera de 20 kilómetros de ancho se llamara así.

La Zona Protegida del Ngorongoro, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, cubre 8.300 kilómetros cuadrados; el famoso cráter es sólo una parte de este vasto sistema volcánico donde han prosperado praderas, arbustos y bosques y es posible realizar excursiones senderistas de hasta dos semanas, siempre acompañados de un guía y un vehículo de apoyo. En los miradores que hay en el borde de la caldera, donde acuden los niños masai a vender abalorios a los turistas, la incredulidad se une a la fiesta de sensaciones: una enorme planicie pintada con pinceladas impresionistas marrones, verdes y azuladas se extiende 600 metros más abajo. Una suerte de mundo perdido donde uno imagina que quedaron aprisionados para siempre los animales que se asocian al mito africano, leones, elefantes, hienas, rinocerontes, leopardos, guepardos, búfalos, hipopótamos… y las grandes manadas de herbívoros —ñus, cebras, gacelas—que llenan la pantalla en los documentales de televisión. Nada más lejos de la realidad: a pesar de lo abrupto del terreno, los inquilinos del Ngorongoro entran y salen del cráter utilizando las empinadas trochas que serpentean en sus laderas. Hay vestigios de la presencia del ser humano que pueden fecharse 17.000 años atrás.

El mzungu invasor

Una de las especies más invasivas de nuestro tiempo, el mzungu (hombre blanco), llega por cientos de miles cada año en vehículos todoterreno con techo levantable, aunque hay estrategias para esquivar a la competencia, como madrugar o apostar por algún punto estratégico y esperar que los actores se acerquen… siempre y cuando la radio del guía no dé el chivatazo de la presencia de un rinoceronte negro, uno de los bichos más cotizados, doscientos metros más allá. Entonces se inicia la carrera para conseguir una buena posición. En el cráter una mano lava a la otra, y las dos lavan la cara.

Las piezas de caza mayor no suelen escaparse a los objetivos de las cámaras. Y los amantes de las aves tienen su oportunidad en el lago Magadi, donde llegan a agruparse centenares de flamencos, y en las praderas donde picotean su pitanza la grulla coronada, el ibis sagrado, el ganso egipcio y las avutarda kori. Los masais disfrutan del derecho de pastoreo, así que no es difícil distinguir sus coloridas vestimentas en lontananza. Durante la época colonial alemana hubo dos granjas en el interior de la caldera; una de las cabañas se mantiene en pie. Al abandonar la llanura interior por el bosque de Lerai las siluetas de las acacias contribuyen a esa imagen de irrealidad. Según cogemos altura el cráter parece un espacio vacío; y, sin embargo, sus 25.000 animales salvajes están ahí, invisibles por la distancia, intérpretes del ciclo de la vida.

Manyara y Tarangire

Otro de los valores del Ngorongoro son sus paraísos vecinos, la posibilidad de matar dos (o tres, o cuatro) pájaros de un tiro, desde la ascensión al Kilimanjaro, el techo del contiente (5.895 metros), hasta el Serengueti, donde se produce la migración anual de más de un millón de ñus en busca de pastos frescos. Lugares que merecen más líneas que éstas. Pero en la ruta del norte de Tanzania hay dos parques nacionales menos renombrados y, sin embargo, de indudable valor: el Lago Manyara y Tarangire. Manyara, de proporciones asequibles y visitable en media jornada, sorprende por su paisaje —la escarpadura del valle del Rift, las manchas de selva húmeda y la inmesa llanura que se encharca en época de lluvias— y por su nómina de grandes clásicos: es uno de los pocos lugares de África donde pueden observarse leones subidos a los árboles, y, además, escenas de cortejo de jirafas, familias de elefantes que se cruzan a pocos metros del vehículo y una «piscina» llena de enormes y perezosos hipopótamos.
Hacia el sureste del lago se extiende el espléndido parque de Tarangire, salpicado de baobabs y menos frecuentado por los clientes de los safaris a pesar de ser un destino muy recomendable en la estación seca, entre julio y octubre, cuando se concentran grandes manadas de cebras y ñus. Y detrás de ellas, los depredadores.

En ruta. Tarannà organiza viajes a medida al Ngorongoro y demás parques nacionales de Tanzania. Más información en: https://www.taranna.com/viajes/viajes-africa/

 



Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Comparte esta página:

Síguenos: