Desde la primera vez que tuve la suerte de viajar a Africa, ésta se apoderó de mí, de una manera inmediata, teniendo la necesidad de seguir viajando por este continente, conociendo nuevas culturas, nuevas gentes y esta necesidad me llevó por primera vez, hace ahora unos 15 años, a viajar por Etiopia.
Después el primer viaje que realice a esta tierra, supe que volvería en otra ocasión y así ha sido, no uno si no varios han sido los viajes que he podido realizar por ésta tierra, lo que me ha permitido conocer un gran país, con unos parajes únicos e inigualables y sobre todo conocer a sus gentes, cordiales de naturaleza, cuya primera imagen siempre és una amplia sonrisa, situación a la que no estamos desgraciadamente acostumbrados en nuestro frenético mundo occidental.
Estos conceptos todavía toman mayor relevancia cuando te desplazas a zonas rurales en donde la vida pasa sin prisas, con la única preocupación de poder cubrir el presente, sin preocuparse de un futuro que en la mayoría de los casos no presume con demasiados cambios.
La naturaleza desborda por los cuatros costados por todo el país, altas y esbeltas montañas lo recorren de norte a sur, llegando alguna de sus cimas a los más de 4.600 metros de altitud.
Un país que gracias al ser el único que no ha sido colonizado, mantiene toda su cultura ancestral y en donde sus monumentos históricos al contrario de otros vestigios arqueológicos estan llenos de vida, gracias al fervor religioso de sus gentes de mayoría copta ortodoxa. El mayor exponente elo encontramos en la población de Lalibela y en toda la región de Geralta en el norte del país.
Grandes depresiones que comienzan en el norteño desierto del Danakil, parten toda Africa en dos, a través de la falla del Rift, que en este caso empieza en Etiopia,bajando hasta Mozambique y generando toda la zona de grandes lagos, algunos de los cuales nos acompañaran, en nuestro camino hacia el sur.
El sur es un mundo totalmente a parte, de lo vivido en la parte norte, és la verdadera cuna de la humanidad y los vestígios encontrados en ésta región, así lo demuestran. Un sin número de etnias, conviven de una manera más o menos pacifica, en una pequeña porción de tierra y cada una de ellas con su cultura y sus costumbres. Viajar a esta zona, representa volver atrás en el tiempo y la visita a estas gentes no deja indiferente a ningún viajero, dadas sus características físicas y culturales que en muchos casos se enfrentan directamente con toda nuestra cultura occidental.
Para buscar un contraste con todo lo vivido, sería imprescindible desplazarse hacia el este, hasta la ciudad de Harar, núcleo musulmán del país y que por este mismo concepto la manera y costumbres de sus gentes nos representará una experiencia distinta a lo vivido anteriormente.
Concluyendo, Etiopia és un país, al que con una sola visita es imposible de conocer y que cuanto más lo conoces más te implicas en el.
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